lunes, 16 de abril de 2012

Plagio, luego existo…

Nunca en la historia de la humanidad, el hombre había tenido tanto acceso a la información como la que tiene en este momento. El “conocimiento” —por llamarlo de alguna manera— está simplemente al alcance de un click.

Con solo teclear las primeras letras de una palabra relacionada con lo que queremos saber “San Google” —como lo llaman muchos— nos muestra una lista predictiva, donde seguramente estará el tópico que buscamos y muchos otros similares, por si acaso queremos pasar dos horas pegados a la máquina “aprendiendo”. Me atrevería a decir, que buscadores como Google, Yahoo y otros, han sido una de las herramientas más útiles que internet nos ha dado, por supuesto, cuando es bien utilizada.

Pero como es costumbre —y justamente motivado a la cantidad de información a la que tenemos acceso en la web— no puede faltar el que se siente más “vivo” que todos. Entonces, el mismo personaje que cuando está en “la 1.0″ se colea en las colas, usa los recursos de su empresa para beneficio personal, hace trácalas en los contratos apoyándose en las letricas chiquitas, se apropia de espacios de uso común en los edificios para uso y disfrute personal, y así un sinfín de actitudes “de vivo”, da el gran paso tecnológico y traslada todo su desparpajo a la 2.0. Y así nacen los expertos en plagios virtuales.

Amparados quizás por la costumbre de que “todo en la web es libre” —si no me creen pregúntenle a los precursores de la ley Sopa— una horda de “copiones digitales” está siempre al acecho de cualquier frase, post, texto, o cualquier otra cosa que sea susceptible de ser copiado. No me malinterpreten, no estoy para nada en contra de buscar información, frases, post, textos y reseñarlos. De hecho, suelo curucutear la web para “ver qué consigo” y cuando consigo algo interesante, no dudo en compartirlo en cualquiera de las redes sociales que manejo, pero siempre, citando la fuente de dónde lo obtuve, o su autor si se trata de una frase. Con lo que no estoy de acuerdo, es con robárselos. Sí, robárselos, porque igualito como “expropiar es robar” pues plagiar, también lo es.

No tiene nada de malo que alguien vea una frase en FB, Twitter, Google, WikiQuotes o lo que sea, que le guste y quiera compartirla, pero tomándose la molestia, de acotar al final quien fue su autor, si no es así, la “originalidad” dura hasta que alguien copia la frase y la coloca en Google, para que aparezca un listado de por lo menos 100 “personas originales” a los que se les ocurrió usarlas primero. Tómense por lo menos la molestia, de que al poner con bombos y platillos un nuevo estatus en su Facebook, cambiar un poco las palabras para que no tengamos que ver su “filosofía de vida” —copiada— repetida en unos 30 perfiles más, o en el peor de los casos, nos llegue con letricas moradas a través de una cadena de Blackberry.

Si se trata de un Tweet, nada cuesta mantener el usuario original. Igualito como a ti te encanta ver tu tweet retwiteado equis cantidad de veces, al autor original también.

Revisar, buscar, leer las frases y blogs de otros, es una excelente idea, y una buena práctica para ayudar a desarrollar la creatividad. Leer libros, revistas, periódicos no solo logra mantenerte informado, sino que ayuda a despertar esa “chispa” que nos impulsa en un momento dado a crear. La mente hay que ejercitarla, de eso no nos cabe duda, pero plagiar ideas de otros solamente para lograr seguidores, o “me gusta” o entradas en tu blog, solo te convierten en alguien muy poco original.

Por supuesto, siempre están los insalvables. Esos que recurren al plagio de ideas, simplemente porque no dan para más. En el caso de Twitter, podemos leer su TL un lunes y leerlo luego el miércoles siguiente y tendrá las mismas frasecitas copiadas de alguna página de autoayuda que consiguió en Google o Facebook, por supuesto, sin nombrar ni autor ni fuente. El peor de los casos —y lo he visto— es cuando la frase robada la ponen a la una de la tarde, para a las tres borrarla y volverla a poner, porque seguramente consiguieron algunos RT o seguidores la primera vez. Si hablamos de Facebook, la cosa es peor, porque como el universo está reducido a sus amigos —que seguramente la mayoría no tendrá Twitter— la fuente de información robada es inagotable. Y el tope del tope de los “copiones digitales” son los que ponen las cadenas de Blackberry, como si fuera el último y más novedoso tweet que se les ocurrió en el momento.

La autenticidad es uno de los valores más grandes que podemos tener como personas y quien no es sincero en algo tan tonto como dar crédito por una frase, post o noticia a quien de verdad lo tiene —más aún, solo para ganar seguidores—, no lo será en ninguno de los aspectos de su vida.

Originalmente copiones…

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