martes, 24 de abril de 2012

Sobre la Intolerancia (y la operación BAS)

La intolerancia es intolerancia del lado que esté. Lamentablemente, la división que aqueja a nuestro país en este momento, no nos hace darnos cuenta, pero nunca ha sido más cierto el dicho de que “lo que es bueno para el pavo, es bueno para la pava”. Venezuela necesita, le urge, que se fomente la unión, la comprensión. Sin embargo el ego, el resentimiento, las ínfulas de grandeza de muchos, los han llevado a realizar acciones “por el bien común” que no son más que una muestra terrible de intolerancia e ignorancia. Quiero aclarar que no tengo nada en contra de las cuentas anónimas de Twitter, muchas personas tienen verdaderas y reales razones para no mostrar sus nombres en sus perfiles, el problema se presenta cuando detrás de la cuenta anónima, el ego de su usuario crece y crece desmedidamente a medida que sus seguidores aumentan, y protegido por este anonimato, pretende manejar y manipular. Desde hace algún tiempo un minúsculo grupo de cuentas anónimas, pero eso sí, con egos enormes y cantidades de seguidores, tuvo la “genial” —totalmente irónico— idea de llevarnos al Twitter aquello en contra de lo que tanto hemos luchado y por lo que tanto hemos protestado: la censura. ¿Se acuerdan cuando llegamos a TT protestando por el cierre de las radios? ¿o de RCTV? ¿o por Globovisión? ¿o por El Nacional? sin importar el nombre que tuviera el medio, la protesta era la misma “no queremos que nos coarten la libertad de expresión”. Sin embargo, ahora, nosotros mismos lo hacemos. No importa si quieren llamarlo Operación BAS o como les de la gana, el procedimiento es un atentado fascista —sí, fascista como nos dicen los chavistas— a la libertad de expresión. Censurar a alguien por lo que dice es coartar su libertad, no importa si es chavista u opositor. No me vengan con el cuento de los insultos, porque si a Ud lo insultan por Twitter, nada más fácil que darle block y spam, pero en buena lid, solito, enfrentándolo como “hombrecito”, como le enseñan a los niños desde que son chiquitos, no saliendo corriendo a buscar a la patota completa para caerle en cayapa. ¿Qué fue lo que pensaron? ¿que se la estaban comiendo? ¿que “nosotros somos más y no nos van a poder hacer lo mismo”? ¿Todavía no hemos entendido la gran parte de “pueblo” que está del otro lado? ¿todavía no hemos entendido que queramos o no están mucho más organizados que nosotros, porque los mueve una “razón” de vida, mientras a nosotros nos mueve un “estilo” de vida? ¿es que no pensaron dentro de sus ínfulas de grandeza aupado por miles de seguidores, el riesgo en el que ponían a todas esas cuentas que no tienen los numeritos tan altos? De nuevo, la misma historia que llevó a Chávez al poder, que lo mantiene y que lo mantendrá mientras tenga vida: yo pienso en mí y los demás no importan. No hemos aprendido. Nada. La lección de la unión, la usamos solo como bandera política. Prefiero mil veces el insulto de un chavista y tomar la decisión de si lo sigo, me lo vacilo, lo convenzo o no, que la “protección” de unos cuantos ególatras que no han entendido, después de 13 años, que Venezuela es una y que si no hacemos lo posible porque quepamos todos, entonces ninguna lucha vale la pena.

lunes, 16 de abril de 2012

Tres años en Twitter

Trabajaba en una imprenta y mi amiga Mariana me preguntó si tenía Facebook… “¿Qué es eso?” le pregunté. Con paciencia me explicó y me creó una cuenta. Me pareció interesante desde el principio. Me reencontré con amistades que tenía años que no veía. Hicimos reencuentros, los documentamos y los compartimos con los miembros del grupo que vivían fuera. Comencé a utilizar las “notas” del Facebook para escribir opiniones, poemas y todas esas cosas que antes anotaba en papelitos, pero que nadie leía. Después usaba los “nicks” como estatus. Los cambiaba varias veces al día, según lo que pasaba en política, alguna frase o algún pensamiento que quería compartir. Me encantaba Facebook. No tengo problema en decirlo. Invertía buena parte de mi tiempo actualizando, pero me desesperaba un poco el que no fuera tan “en vivo”.

Un día —6 de abril de 2009, para ser exactos—ya trabajando en Producto, terminada la hora del almuerzo y en ese tiempo de sobremesa que siempre he disfrutado tanto en los sitios donde he trabajado, mi amigo Alcides León (@aleon1969) se sentó en mi computadora y me enseñó el Twitter. Me animó y ayudó a abrir la cuenta y le dije —literalmente— “esto es un fastidio, Alcides. Tener eso solo para poner frasecitas y cosas que haces me parece un fastidio”. Alcides me vio con cierta cara de condescendencia que aprendí a reconocer y que era de yo-sé-algo-que-tú-no-sabes y me dijo “Todavía no lo sabes, pero créeme que tú eres una usuaria Twitter”. Él había creado un monstruo y tampoco lo sabía.

Pasó un tiempo la cuenta Twitter sin que yo le consiguiera utilidad —sí, eso nos pasa a todos, lo sé— y solo la utilizaba para leer noticias, ver el tráfico y otras cosas “funcionales”. Confieso que en alguna oportunidad llegué a pensar que Alcides me consideraba idiota, porque al decirme que era “usuaria Twitter” y yo el único uso que le conseguía a Twitter era leer noticias, pues, no era difícil sacar la cuenta.

Hasta que llegó “la revelación”… Para mayor disfrute y diversión de Alcides, el golpe llegó en su presencia, es más, de nuevo, gracias a él. Habíamos asistido a La Primera Cumbre del Futuro, organizada por Evenpro en la Quinta Esmeralda. Aunque nos pareció que más que de “el futuro” era de “el pasado”, porque los dos Chris echaban los cuentos de cómo se habían vuelto millonarios y exitosos, la charla resultó ser bien interesante. En un momento Chris Sacca aseguró que Twitter “sería el próximo Google” y yo casi que solté la carcajada, pero el tema es que, Alcides, excelente periodista y además del área tecnológica, se encontraba enfrascado escribiendo por su Blackberry, cosa que además de extraño, me pareció de muy mala educación. Me percaté además de que todos los periodista del área tenían la misma actitud. Ante mi inquietud, Alcides se limitó a decirme “después te explico”.

La explicación llegó al día siguiente, frente a la compu y de la mano de un “entra en Twitter”. Bajo el hashtag —palabra que descubrí ese día— #CumbreDelFuturoCcs se encontraban agrupados todos los comentarios de Alcides y de otros periodistas que habían asistido al evento. Era como volver a estar en la cumbre de nuevo. En ese momento entendí lo que era Twitter y entendí además lo que quiso decir Sacca cuando habló de que sería el nuevo Google.

A partir de allí, comencé a interactuar y no solo a leer. Tímidamente al principio. Comencé a seguir personas que me recomendaron seguir y a su vez a aquellas personas con los que éstos interactuaban. Memorable, por ejemplo, cuando comencé a seguir a @nuneznoda que se dedicó a poner historias y estadísticas relacionadas con el sexo. Memorable también cuando en agosto de 2009, Venezuela hizo su primera protesta virtual a través del HT #FreeMediaVe —lamentablemente nos acostumbramos a protestar de esta manera y abandonamos las calles, pero esa es harina de otro costal. Y por supuesto, impelable aquel 18 de septiembre cuando gracias a @capibar y @nuneznoda en Venezuela todos botamos la cédula llenando los Timelines de recuerdos bajo el HT de #caelacedula.

Mucha agua ha corrido bajo el puente o mejor dicho, muchos tweets han rodado por los TL desde aquel entonces. Hoy, 3 años después de aquel “tú eres una usuaria Twitter” puedo decir tranquilamente que sí, lo soy. Además y aunque suene pedante, creo que soy parte de esa “segunda vieja escuela” —segunda, porque mucho antes nos antecedió la escuela de @curiosa @modulor @huguito y afines— que logró “entender” el Twitter y lo pongo entre comillas, porque es difícil entender algo que en realidad no tiene forma, ni reglas, ni método. Tratar de entender Twitter es lo mismo que tratar de entender la naturaleza humana, porque de eso se trata. Leo a veces a gente —por Twitter, twitteando, sí— decir que los que twittean no tienen vida o que han vuelto del Twitter su vida. No puedo evitar reirme. Es la gente que no logra entender, que Twitter no sustituye la vida de nadie, simplemente se hace parte de la que ya tienes.

Mi balance, 3 años después es positivo. He conocido gente excelente que ha pasado de ser un avatar y 140 caracteres, a ser amigos, compañeros de trabajo, confidentes y en muchos casos incondicionales. He experimentado afectos muy distintos a los que había tenido en mi vida y no digo mejores o peores, sino distintos. He sentido la solidaridad de muchos en momentos en que la he necesitado. He reído con gente del otro extremo del país y he aprendido el significado de palabras que se utilizan en otro lado del mundo. Ha sido mucho lo que he aprendido en 3 años, gracias a los pedacitos de sí que cada quien expresa en 140 caracteres.

Mi mundo se ha hecho más grande y no porque antes fuese pequeño, sino porque ahora tengo la opción de llegar a personas a las que de otra manera nunca hubiese llegado, de conocer gente que de otra forma nunca hubiese conocido.

Así que hoy, 3 años después, puedo decir, no que soy una “usuaria Twitter”, sino simplemente “Soy Twittera”.

Secretos...

Un grito seco rompió el silencio de la noche. Se incorporó sudorosa todavía con las imágenes del sueño en su mente. No podía apartar la visión de tres cuerpos inertes bañados en sangre y aquella sensación de angustia que sentía que la ahogaba. Luego esas luces que la cegaban y las voces que la aturdían. Y ya no podía recordar más.
La puerta de su habitación se abrió. Bertha entró y encendió la lamparita de la mesa de noche.
—Tranquila Alicia, es solo una pesadilla. Ya todo está bien —le dijo cariñosamente, mientras le entregaba un vaso de agua y tomaba una pequeña toalla para secar el sudor de su frente.
Alicia tomó el agua y le agradeció.
— Es que la imagen es tan real. Y esa sensación de dolor, de impotencia… —dijo haciendo una mueca de asombro.
— Lo sé, lo sé. Has estado muy intranquila estos días y dormir mal no te ayuda para nada. Mejor tómate una pastillita para que puedas dormir y descansar y estés relajada mañana cuando venga el Dr. Eduardo. —Dijo Bertha entregándole la pequeña pastilla blanca.
Alicia pensó en Eduardo y se sintió más tranquila. Bertha tenía razón, no podía permitirse que su futuro esposo la viera desaliñada y ojerosa. Un hombre tan guapo, a punto de graduarse en medicina y tan impecable y bien vestido, era un “buen partido” para cualquiera y ella debía mantenerse hermosa y cuidada, como él la había visto siempre.
Tomó la pastilla, un sorbo de agua y apoyó de nuevo la cabeza en la almohada. Le pidió a Bertha que cerrara la puerta del secreter que se encontraba en su cuarto —no recordaba haber abierto la pequeña puertecita— y le dio las gracias y las buenas noches.

Bertha entró de nuevo en el cuarto a las ocho de la mañana. Abrió las cortinas y dejó que la luz entrara en él. Alicia se levantó y le dio los buenos días. Luego se acercó a la ventana y miró a través de ella, mientras Bertha tendía la cama. Le gustaba mirar por la ventana de su cuarto. Podía verse el verde de los arbustos del jardín y algunas de la flores que estaban hacia un lado de la casa. Y al fondo, se veían las copas de los árboles del parque de enfrente.
—El día está hermoso. Deberíamos salir a caminar. Quiero comprar una pinturita de labios de un color fresa que vi en una revista. ¿Me acompañarías, luego del desayuno? —le dijo a Bertha mientras observaba en sol y el cielo espléndido.
— No hay problema, pero debe ser más tarde. Recuerda que hoy es martes y el Dr. Eduardo viene a eso de las nueve y media.
Alicia sonrió, entró en el baño y comenzó su pequeño ritual de aseo personal de todas las mañanas. Cuando salió del baño, ya su ropa estaba encima de la cama. Se vistió y Bertha entró de nuevo, mientras ella se sentaba frente al espejo. Vio su imagen mientras Bertha la peinaba. Vio su larguísimo cabello dorado que formaba ondas, antes de que la mujer lo recogiera en una enorme trenza.
Bajó a desayunar y luego de comer un plato de frutas y tomar las vitaminas que Bertha puso junto al plato, se sentó en la terraza que daba al jardín. Observaba con detenimiento al jardinero y parte del personal que trabajaban bajo el sol. Puso su atención en una pequeña niña de cabellos rubios que no había visto antes. Su mente empezó a distraerse. Las imágenes, como flashes, del cabello dorado lleno de sangre, en la mitad del camino y de nuevo las luces y las voces. Comenzaba a sentir esa angustia que la oprimía, cuando sintió una mano en su hombro. Levantó la vista y su mirada se cruzó con la Eduardo.
—¿Estás bien? —le dijo éste en un tono algo preocupado.
— ¡Sí! —respondió ella, dibujando una sonrisa en sus labios.
Él se acercó y le dio un beso en la mejilla. Luego se alejó para sentarse en otra de las sillas de la terraza. Alicia pudo verlo, impecable, con su camisa blanca almidonada, que resplandecía con el sol. En una ocasión le preguntó la razón por la cual siempre vestía de blanco y él solo respondió “Así vestimos los médicos, querida”.
Conversaron de distintos temas. La verdad es que Alicia disfrutaba enormemente las visitas que Eduardo le hacía en las mañanas antes de ir a la Universidad. Pero el día que más disfrutaba era los miércoles. Ese día, no recordaba bien la razón, Eduardo llegaba a eso de las 7 de la noche y se quedaba con ella a cenar. Luego se sentaban en la terraza y conversaban hasta que Alicia subía a acostarse.
Pasada una hora, Eduardo se paró y se despidió de ella con otro beso, para luego encaminarse hacia la puerta. Ella lo vio detenerse y dar la vuelta. Sacó un paquetico de su maletín y se lo entregó diciéndole “lo vi y me pareció que debía quedarte hermoso”. Le hizo una caricia en la cabeza y se fue. Alicia abrió el paquete y había una pintura de labios del color que ella había visto en la revista. Sonrió al pensar en cómo la conocía y todas las veces que ella había querido comprar algo y él se lo había traído de regalo, como si pudiera leerla, o como si alguien pudiera decirle lo que ella estaba pensando.
El resto del día lo pasó como siempre, leyendo alguno de los libros que Eduardo le había llevado, paseando por el jardín y conversando algunas veces con la gente del personal que aparecía de pronto en algunos rincones de la enorme casa. También le gustaba mirar revistas. Ese día hojeó una que mostraba “la última tendencia en vestidos de novias para el próximo 1968″. Alicia soñaba con el día de su boda. Había marcado varios vestidos que le gustaron, para luego decidir cuál usaría. Además, era uno de los pocos secretos que le guardaba a Eduardo y lo tomaba como un acto de picardía.
Al día siguiente, Alicia esperó ansiosa que fueran las 7. Cenaron en una pequeña mesa en la terraza. Bertha les trajo una jarra enorme de limonada porque la noche estaba particularmente calurosa. Sentados en unos bancos del jardín, Alicia vio pasar a la niña de cabellos rubios y tomando la mano de él le dijo:
—Cuando nos casemos, tendremos dos niños. Un varón que se llamará Eduardo, como tú y que algún día llegará a ser un gran médico, como su padre; y una niña, rubia como esa que se llamará Adriana, como se llamaba mi madre, que tocará el piano igual que ella.
Por un momento trató de recordar a su madre y le pareció que había pasado una eternidad desde que había muerto. Se mezclaban en su mente recuerdos de ella, joven, bellísima, sentada al piano y otra de una mujer gris y vieja que identificaba con ella, pero que sabía que no podía ser. La voz de Eduardo interrumpió sus pensamientos.
—¿Es ella la niña que ves en tus sueños?
— ¿Cómo sabes de mis sueños? —le dijo ella sorprendida.
— Me lo has contado, Alicia —dijo Eduardo con paciencia.
— ¿Lo he hecho? —preguntó. Pero estaba segura de que no lo había hecho y se molestó un poco al pensar que Bertha pudiese haberle contado. —Igual no es ella. Son otros los niños que veo. Ni siquiera sé si son niños. Son cuerpos que no veo con mucha claridad… —y trató de voltearse como dando a entender que no quería seguir con el tema.
Eduardo miró su reloj y le anunció que era un poco tarde y que era mejor que se acostara ya. Alicia le dio un beso cariñoso y subió con Bertha mientras él las veía desde el pie de las escaleras.

Esa noche Alicia comenzó a soñar de nuevo. Veía con claridad a un hombre alto y buen mozo que le sonreía. También veía dos niños, una hembra y un varón. Y luego, de nuevo las imágenes de los cuerpos. La lluvia, la sangre, las voces y esas luces que la cegaban. Se despertó, pero esta vez no gritó. Había visto una última imagen en su sueño, una que conocía. Prendió la luz de la mesita de noche y se paró de la cama. Fue hasta el secreter y abrió la pequeña puertita que nunca abría. Dentro había una caja. Fue una sensación extraña, como si la acabase de descubrir, aunque sabía que estaba allí. La abrió con cuidado y dentro encontró un recorte de periódico “Médico muere con su familia en terrible accidente de tránsito. La esposa fue la única sobreviviente”. Decía 14 de julio de 1979. La cabeza de Alicia comenzó a dar vueltas. Corrió hacia la ventana para ver hacia afuera. Abrió las cortinas y allí estaban, los árboles frondosos del parque, solo que los veía a través de la cuadrícula formada por una reja que recubría la ventana. Se dirigió hacia el otro lado del cuarto para prender la luz y vio su reflejo en el espejo. La imagen de una joven con la piel tersa y el rubio cabello ondulado ya no estaba. En cambio veía una piel arrugada, un cabello gris y unos ojos con una mirada apagada por la tristeza. No pudo contener el grito. No entendía, o sí lo hacía, pero no quería entender. Se abrió la puerta del cuarto y entraron Bertha y Eduardo, de blanco, como siempre, pero no con una camisa almidonada, sino una bata de médico.
—Todo va a estar bien Alicia, ya estoy aquí —le dijo mientras la abrazaba.
—¿En qué año estamos? —preguntó ella, pero ninguno contestó.
—¿En qué año estamos? —preguntó por segunda vez. Luego sintió un pinchazo en su brazo, y sintió como poco a poco se iba. Lo último que alcanzó a escuchar antes de perderse por complet0 fue la voz de Bertha que decía “2011 querida… pero ya lo sabías”.
Bertha entró en el cuarto a las ocho de la mañana como cada día. Alicia la esperaba vestida y sentada frente al espejo. Se quedó mirando su imagen, su largo cabello dorado que formaba ondas, mientras Bertha tejía una enorme trenza con él.

Plagio, luego existo…

Nunca en la historia de la humanidad, el hombre había tenido tanto acceso a la información como la que tiene en este momento. El “conocimiento” —por llamarlo de alguna manera— está simplemente al alcance de un click.

Con solo teclear las primeras letras de una palabra relacionada con lo que queremos saber “San Google” —como lo llaman muchos— nos muestra una lista predictiva, donde seguramente estará el tópico que buscamos y muchos otros similares, por si acaso queremos pasar dos horas pegados a la máquina “aprendiendo”. Me atrevería a decir, que buscadores como Google, Yahoo y otros, han sido una de las herramientas más útiles que internet nos ha dado, por supuesto, cuando es bien utilizada.

Pero como es costumbre —y justamente motivado a la cantidad de información a la que tenemos acceso en la web— no puede faltar el que se siente más “vivo” que todos. Entonces, el mismo personaje que cuando está en “la 1.0″ se colea en las colas, usa los recursos de su empresa para beneficio personal, hace trácalas en los contratos apoyándose en las letricas chiquitas, se apropia de espacios de uso común en los edificios para uso y disfrute personal, y así un sinfín de actitudes “de vivo”, da el gran paso tecnológico y traslada todo su desparpajo a la 2.0. Y así nacen los expertos en plagios virtuales.

Amparados quizás por la costumbre de que “todo en la web es libre” —si no me creen pregúntenle a los precursores de la ley Sopa— una horda de “copiones digitales” está siempre al acecho de cualquier frase, post, texto, o cualquier otra cosa que sea susceptible de ser copiado. No me malinterpreten, no estoy para nada en contra de buscar información, frases, post, textos y reseñarlos. De hecho, suelo curucutear la web para “ver qué consigo” y cuando consigo algo interesante, no dudo en compartirlo en cualquiera de las redes sociales que manejo, pero siempre, citando la fuente de dónde lo obtuve, o su autor si se trata de una frase. Con lo que no estoy de acuerdo, es con robárselos. Sí, robárselos, porque igualito como “expropiar es robar” pues plagiar, también lo es.

No tiene nada de malo que alguien vea una frase en FB, Twitter, Google, WikiQuotes o lo que sea, que le guste y quiera compartirla, pero tomándose la molestia, de acotar al final quien fue su autor, si no es así, la “originalidad” dura hasta que alguien copia la frase y la coloca en Google, para que aparezca un listado de por lo menos 100 “personas originales” a los que se les ocurrió usarlas primero. Tómense por lo menos la molestia, de que al poner con bombos y platillos un nuevo estatus en su Facebook, cambiar un poco las palabras para que no tengamos que ver su “filosofía de vida” —copiada— repetida en unos 30 perfiles más, o en el peor de los casos, nos llegue con letricas moradas a través de una cadena de Blackberry.

Si se trata de un Tweet, nada cuesta mantener el usuario original. Igualito como a ti te encanta ver tu tweet retwiteado equis cantidad de veces, al autor original también.

Revisar, buscar, leer las frases y blogs de otros, es una excelente idea, y una buena práctica para ayudar a desarrollar la creatividad. Leer libros, revistas, periódicos no solo logra mantenerte informado, sino que ayuda a despertar esa “chispa” que nos impulsa en un momento dado a crear. La mente hay que ejercitarla, de eso no nos cabe duda, pero plagiar ideas de otros solamente para lograr seguidores, o “me gusta” o entradas en tu blog, solo te convierten en alguien muy poco original.

Por supuesto, siempre están los insalvables. Esos que recurren al plagio de ideas, simplemente porque no dan para más. En el caso de Twitter, podemos leer su TL un lunes y leerlo luego el miércoles siguiente y tendrá las mismas frasecitas copiadas de alguna página de autoayuda que consiguió en Google o Facebook, por supuesto, sin nombrar ni autor ni fuente. El peor de los casos —y lo he visto— es cuando la frase robada la ponen a la una de la tarde, para a las tres borrarla y volverla a poner, porque seguramente consiguieron algunos RT o seguidores la primera vez. Si hablamos de Facebook, la cosa es peor, porque como el universo está reducido a sus amigos —que seguramente la mayoría no tendrá Twitter— la fuente de información robada es inagotable. Y el tope del tope de los “copiones digitales” son los que ponen las cadenas de Blackberry, como si fuera el último y más novedoso tweet que se les ocurrió en el momento.

La autenticidad es uno de los valores más grandes que podemos tener como personas y quien no es sincero en algo tan tonto como dar crédito por una frase, post o noticia a quien de verdad lo tiene —más aún, solo para ganar seguidores—, no lo será en ninguno de los aspectos de su vida.

Originalmente copiones…

De los enamorados...

Para muchos, la sensación empieza el primer día de febrero. Unos lo esperan, otros le huyen, unos lo adoran, otros le temen. Hay quien dice que preferiría acostarse a dormir el día anterior y levantarse el siguiente. Hay quien lo espera con ansias para recibir ese “detalle” —llamado así por cortesía porque no se te ocurra llegar con una flor— que es solo una muestra más del enorme amor que su pareja le profesa. Por buenas o malas razones, el día de los enamorados, es una de las fechas más comentadas del año.

Dicen las malas lenguas, que una especie de cofradía formada por “desparejados” decidió bautizarlo hace tiempo como “el día del amor y la amistad”, así como para tener algo que celebrar y no tener que pasar el día escondido debajo de las sábanas. Otros dicen que esta fue solamente una jugada con tintes consumistas, para lograr conquistar ese día, ese gran target de gente sin pareja, que pareciera ser tan o más abundante que los que sí la tienen. También corre el rumor de que la venta de chocolates se dispara al máximo, sin que se haya podido verificar qué porcentaje es comprado para obsequiarlo y qué porcentaje es consumido desesperadamente por féminas que se sientan a devorarlos frente al televisor, como si de una venganza se tratase, mientras ponen en el DVD alguna película que permita decir, ante el torrente descontrolado de lágrimas, que es que “la película es muy triste”.

No podemos olvidar a los yo-soy-feliz-como-estoy-yo-no-necesito-pareja, premisa que probablemente sea más cierta de lo que muchos quisieran, pero que cuando es dicha en el mes de febrero, sonará siempre más a excusa que a realidad. Otra clase interesante son los que en teoría no están solos, pero cierto morboso ensañamiento con los que lo están, se muestra bastante sospechoso, sin uno poder determinar si es que extrañan la soltería perdida o si más bien se aplica aquella frase de Sabina que dice “estar contigo es estar solo dos veces…” . Caras vemos, corazones no sabemos. También habrá quien dirá que prefiere estar solo que mal acompañado, porque al fin y al cabo no ha encontrado a quien esté “a su altura”, pero secretamente sentirá como se le pasan los días sin tener a su lado esa compañía que, lo aceptemos o no, siempre es necesaria.

Lo cierto es que la fecha, rara vez resulta indiferente a alguien, aunque las formas de manifestar los sentimientos del día varían notablemente. No siempre el que se muestra feliz y eufórico es el más acompañado y no siempre el que se mantiene reservado está tan solo. Hay quien demuestra su amor este día con un ramo de flores enorme, y habrá quien lo haga simplemente con cuidar a los niños mientras su pareja toma un baño largo y caliente. Algunos celebraran tener a su lado a la persona que los complementa y otros celebrarán tener el amor de una familia que los acompaña en los momentos difíciles. Muchos celebrarán la amistad, y no creo que por tema de “conformarse”, sino porque es un motivo para celebrar. Tal vez alguien organice una fiesta como aquella que celebraba Jessica Biel en la película “Día de San Valentín”, para todos aquellos que se sienten desdichados el día de los enamorados, y tal vez, igual que en la película, la vida le haga una de sus jugadas y logre conseguir el amor en su propia fiesta.

La vida da muchas vueltas y cuando de amor se trata, todos los días son especiales y ninguna regla es ley.

Feliz día de los Enamorados!

Gracias, Sr. Presidente

No, no he saltado la talanquera. Sigo en mi firme posición de que este ha sido el peor gobierno —con un margen largo— que ha tenido nuestro país. Pero por un momento, invito a cualquiera que esté leyendo este texto a que se desprenda de esa “posición política” que hemos tenido que adoptar en los últimos años. No importa si se trata de oficialismo o de oposición, por un momento desaceleremos el paso y simplemente permitámonos ver, desde una perspectiva más externa, el momento histórico que estamos viviendo.

Crecí escuchando hablar de Democracia. Tanto, que era algo que simplemente daba por sentado ¿a quién se le iba a ocurrir que para tomar una decisión, la forma más “lógica” no fuese hacer lo que quería la mayoría? Pero para mí, la DEMOCRACIA era un bien, un derecho, un modo de vida, heredado de otras generaciones. Estudié en Historia de Venezuela sobre dictadores, partidos, golpes de estado, pactos y generaciones de estudiantes que lucharon y que en algunos casos fueron capaces de dar sus vidas para que yo, a los 18 años, pudiese manchar mi dedo meñique con tinta indeleble y expresar mi opinión —fuese la que fuese— y que la misma fuese respetada. Sin embargo, viéndolo en una clase de Historia o Cátedra Bolivariana —con una profesora a la que llamábamos “Centella” porque llegaba en moto y vestida de cuero negro todos los días a clases— para mí solo eran un montón de nombres, fechas y cuentos que se mezclaban en mi cabeza y que difícilmente podía visualizar porque —nuevamente— ¿a quién demonios se le podía ocurrir querer gobernar un país sin la “autorización” de la gente que en él vivía? Ese concepto era demasiado retrógrado y arcaico para mis 15 o 16 años.

Pero todos teníamos un tío, un abuelo, un tío abuelo, un primo abuelo… en fin, un pariente, que había vivido esa época y que, como buena oveja negra de la familia, había participado en alguna revuelta, o había conspirado, o había escondido a algún perseguido, o de alguna otra manera había puesto su granito de arena para construir esa democracia que teníamos como herencia y al que le veíamos un brillo extraño en los ojos —demencial, pensaba yo— cuando relataba las historias de las vicisitudes que había tenido que pasar para que “tú, muchachita, tengas hoy el derecho a elegir quien te gobernará”. En mi caso, tenía un tío abuelo que había estado preso en Guasina —una isla cárcel ubicada en el Orinoco— por intentar ponerle una bomba a Marcos Pérez Jiménez.

Sacando un cálculo veloz, hubo dos o tres generaciones que disfrutamos hasta cierto momento de nuestra vida de esa “Democracia heredada” de la que sólo nos acordábamos cada 5 años cuando debíamos ir a votar. Las votaciones eran una fiesta. Nadie votaba para “defender la democracia”, votábamos porque era “un derecho y un deber” —repetido como cancioncita y sin pararnos mucho a reflexionar en lo que esto significaba— y porque el ambiente festivo que envolvía las elecciones, era el momento perfecto para la parrillita, compartir con la familia y el jueguito de dominó, mientras esperábamos los resultados de un CSE —el ente electoral era Supremo, no Nacional— sin que nadie se sentara a mirar fijamente la TV para ver cuando saliera el vocero —mucho menos para ver la baranda—, porque simplemente estábamos acostumbrados a que ganaba uno o ganaba el otro, con cierta alternabilidad que pocas veces se veía alterada.

Pero un día de 1998, todo cambió. Y un poco más adelante, por primera vez, las generaciones de Democracia heredada oímos, en vivo y directo y en cadena nacional, la palabra “Constituyente”. A las palabras raras se sumaron referendo —aunque esta la habíamos escuchado un poquito con el tema del Esequibo— plebiscito, vinculante (o no vinculante) y unas tantas otras que sería un poco largo enumerar pero que ya hoy, todos conocemos. El venezolano —léase VENEZOLANO, no oposición ni oficialismo— acudió a votar, pero esta vez para decidir si el nuevo presidente que habíamos elegido era o no digno de nuestra confianza. Muchos pensaron que sí, otros pensaron que no, y a partir de allí, Venezuela, se dividió en dos grandes bandos con notables diferencias que venían marcadas por años de no entender que la “Democracia Heredada” también implicaba una responsabilidad.

Y en este punto me detengo. Hay una frase que escuché una vez y que confieso no saber de quién es que dice que “cuando se está haciendo la historia, nadie cree que es historia” y por esto, de nuevo, los invito un momento a reflexionar y a interiorizar —a pesar de las divisiones, las preferencias políticas o el bando en el que estemos— la maravillosa sensación de “hacer historia”. Las generaciones de venezolanos que heredamos la democracia, hoy estamos haciendo historia. El día de mañana, mis hijos y los de muchos de ustedes —oposición u oficialismo— verán en nuestros ojos ese “brillo demencial” cuando les hablemos de un país dividido. De una generación que demostró no ser tan boba, como aquel tristemente célebre psiquiatra dijo. Cuando les hablemos de la transformación política que cada venezolano sufrió en lo más interno de sí. Cuando le hablemos de un hombre que tuvo a su favor todo para ser el mejor presidente que Venezuela haya conocido, pero que no estuvo a la altura de lo que se esperaba. Cuando hablemos de marchas multitudinarias, de un lado y del otro. De un paro petrolero. De un camino a Miraflores que terminó en tragedia. De militares que tomaron una plaza para rebelarse ante las injusticias. De estudiantes que dejaron de comer para defender nuestros derechos. De una pancarta puesta en un estadio que nos llenó de esperanza con tan solo dos palabras “estás ponchao”. De una jueza que fue detenida por cumplir con su trabajo. De tres comisarios que fueron presos por defendernos. Cuando les hablemos de un hombre que se dejó morir, antes que renunciar a sus principios. Pero sobretodo, cuando vean en nuestros ojos más que el brillo del recuerdo, el de la necesidad enorme de hacerles entender que no basta con heredar la Democracia, que siempre, constantemente, hay que luchar por ella y defenderla.

Anorexia y bulimia, princesas de cristal

Mucho se ha hablado del prototipo de mujer delgada impuesto por las modelos y actrices actuales. De las curvas que lucían Liz Taylor, Marilyn Monroe, Kim Bassinger o Elle McPherson, saltamos de pronto a los cuerpos andróginos de actrices y modelos que desfilan sobre una pasarela, recordando más a una suerte de comparsa de mujeres enfermas que de mujeres bellas. Lo que tanto se criticó a Kate Moss, cuando era el centro de las famosas campañas de Calvin Klein, terminó convirtiéndose en la imagen deseada por los diseñadores más famosos y se contagió también en los predios de Hollywood, donde las actrices se veían cada vez más y más delgadas.

Por supuesto, esto no podía dejar de tener impacto en el público y cada vez, son más las adolescentes y mujeres ya en edad adulta, que esperan tener los deseados cuerpos de modelos y actrices de cine.

Pero, hasta qué punto puede ser considerado sano esa necesidad de delgadez, depende únicamente de lo que la persona está dispuesta a sacrificar por conseguirlo, marcando, entre el deseo por verse bien y un desorden psicológico —que puede amenazar, incluso, la vida– una línea tan delgada como los cuerpos que desean lucir.

La anorexia nerviosa es un transtorno psicológico y de la conducta alimentaria impulsado por la necesidad obsesiva de perder peso, por medio de la conducción voluntaria a un estado de inanición. Es decir, el individuo deja literalmente de alimentarse y por ende, de recibir los nutrientes mínimos necesarios para llevar una vida saludable. Igualmente peligrosa es la bulimia, donde por la misma necesidad de perder peso, el individuo se induce a sí mismo el vómito, para “eliminar” del organismo, todo aquello que ha consumido —también compulsivamente— en medio de ataques de ansiedad.

Ambas enfermedades, cuando son diagnosticadas como tal, tienen su base en trastornos psicológicos, con base en problemas de autoestima y autocontrol por parte de las personas que las sufren y ameritan tratamientos severos de distinta índole, siempre bajo estricta supervisión médica, llegando incluso a ser necesario la reclusión en centros especializados.

Ninguno de los dos conceptos son nada nuevo. En 1870, el médico inglés William Withey Gull, describió el trastorno y sus síntomas en una conferencia en Oxford, acuñando por primera vez el término de “anorexia nerviosa” para referirse a la enfermedad.

Pero fuera de las definiciones y términos científicos, la anorexia y la bulimia, se han convertido para muchos, en un verdadero estilo de vida. Uno, que ha conseguido un terrible aliado en las redes sociales, en esta nueva era tecnológica.

Ana y Mía

Renombradas por aquellas personas que las sufren como “las princesas Ana (anorexia) y Mía (bulimia)”, se encuentran en el ciberespacio cantidad de blogs bajo estas denominaciones, dedicados a dar dietas, recomendaciones de uso de medicamentos y consejos para mantener oculto el trastorno ante el núcleo social en el que se desenvuelven.

Bajo lemas como “lo que me nutre, me destruye” o “la comida es como el arte, está solo para verla”, se consiguen, con total normalidad, tips para lograr descensos en el peso que pueden llegar hasta 7 kg en una semana —cuando lo recomendado es no excederse de medio kilogramo semanal— únicamente consumiendo té. Cócteles de medicamentos recetados en situaciones normales para la obesidad y los cuales recomiendan ser consumidos bajo la vigilancia estricta de un galeno especializado, son recomendados en estos sitios web para lograr eliminar esa “grasa de más”, que solo se encuentra en la imagen distorsionada que niñas, adolescentes y mujeres, reciben del espejo, cuando la realidad es que se encuentran muy por debajo del peso que deberían tener para su edad y estatura. Mientras la OSM (Organización Mundial de la Salud, según sus siglas en inglés) estima que el peso ideal promedio para una mujer de 1.50 m está alrededor de los 50 kg, la mayoría de los “blogs de amigas de Ana y Mía”, indican que el peso máximo ideal para esta estatura está en los 38 kg.

Los blogs y páginas webs incluyen también, entre otras cosas, tablas de peso, listas de calorías, datos sobre celulitis y frases para utilzarse a modo de afirmaciones.

Extrañamente, la mayoría de ellos contiene advertencias sobre la enfermedad y recomienda a aquellas lectoras menores de 15 años, alejarse de su contendio.

La red de PRO-Ana y PRO-Mia —como ellas mismas se denominan— va mucho más allá. Se han creado códigos de identificación, como el uso de lazos blancos virtuales en las páginas web que proveen información a las afectadas con el trastorno y el uso de un cordón rojo en la mano izquierda que las identifica como anoréxicas, o morado en el caso de las bulímicas.

Princesas en Venezuela

A raíz del caso de asesinato de Roxana Vargas a manos de su psiquiatra, el Dr. Edmundo Chirinos, se dio a conocer el blog de esta joven de 18 años, quien sufría de ambos desórdenes. Aparte de las narraciones de la muchacha sobre sus encuentros con el Dr. Chirinos, el blog era una guía detallada de consejos y experiencias sobre el tema de la anorexia y la bulimia.

Existen además grupos organizados en Venezuela, que se dedican a difundir vía web, información para las Anas y las Mias venezolanas. Los blogs se llenan de fotos de lo que llaman sus “Thisnpiration”, que no son más que colecciones de imágenes de mujeres extremadamente delgadas, que representan sus metas de peso y que ellas mismas recomiendan utilizar como “incentivo” cuando los dolores ocasionados por el hambre y la desnutrición se vuelven insoportables.

Los consejos que aportan las autoras de los blogs son realmente dramáticos. Para lograr llegar a la meta de mantenerse por debajo del consumo de 500 calorías diarias, recurren a dietas que van desde consumir únicamente agua un día sí y un día no, a consumir 3 claras de huevo como alimento único durante todo un día. Todo esto, intercalado con innumerable cantidad de chiclets sin azúcar que las ayuda a eliminar el hambre.

Esta situación es realmente preocupante cuando vemos que las tablas de consumo de calorías para una persona sana, que se encuentran entre los 20 y 40 años, va desde las 1400 a las 1750 calorías diarias, según el peso.

Los tips abarcan también detalles sobre vestimenta, actitudes y listas de mentiras para lograr escapar de las sospechas de padres y amigos y de evitar situaciones incómodas que obliguen a la ingesta de cualquier alimento, como cenas y eventos familiares.

Castigo ante la debilidad

En muchos de los blogs que se encuentran en línea, puede leerse el siguiente texto, en el que resumen, a modo de receta, lo que ellas consideran la definición de una anoréxica:

Anorexia

Raciones: Una

Ingredientes:

1 taza de baja autoestima

2 tazas de Auto-Control

3/4 de taza de determinación

1 y 1/2 taza de fuerza

2/3 de taza de afán

2 cucharaditas de rutina

3 cucharaditas de secretos y mentiras

3 cucharaditas de culpa

una pizca de rabia

1/2 taza de lágrimas

Preparación:

Combine todos los ingredientes en un alma frágil. mezcla hasta que toda la culpa se haya ido. Sírvase en un plato pequeño con un vaso de refresco dietético y está listo para disfrutar. Garantizado que desaparecerá frente a tus ojos.



A diferencia de muchos otros trastornos, las anoréxicas y las bulímicas, están conscientes de que lo padecen. Las comunidades de Anas y Mías, son celosas al incluir dentro de sus filas a personas que siguen dietas extremas pero que no han sido diagnosticadas, ya que las consideran simplemente como “víctimas de la moda”. Es por esta razón que incluyen advertencias sobre los peligros de ambos transtornos, que intentan persuadir a las “wannabes” —personas que no han sido diagnosticadas—de evitar practicar las dietas y consejos que en ellos se incluyen.

Otro punto importante es el tratamiento del dolor, el que utilizan en muchos casos como recurso para quemar calorías. Mantienen también un sistema de autoflagelación, para aquellos casos en los que la ansiedad las obliga a consumir alimentos “prohibidos”. Las técnicas van desde hacerse pequeños cortes con una navaja, hasta utilizar corset y cinturones con incrustaciones de objetos punzantes que causen dolores agudos perennemente.

Por esta misma situación de consciencia ante el problema, es muy difícil para una persona con trastornos alimentarios tomar la decisión de buscar ayuda. La mayoría de ellas considera que se encuentra en total control de la situación, por lo que cuando deciden buscarla, es en los momentos en los que el trastorno ha llegado a niveles extremos y se dan cuenta que tal control no era real.

Se calcula que un 8% de los adolescentes a nivel mundial sufren de algún trastorno alimentario, y de ellos el 90% son mujeres. Esto lo convierte en la tercera enfermedad crónica más común entre adolescentes. La tasa aumenta a 18% en el mundo del modelaje. La OSM estima que 1 de cada 100 adolescentes sufre anorexia, mientras que la bulimia afecta a 3 de cada 100. La tasa de mortalidad que incluye a ambos trastornos ronda entre el 3 y el 5 %.

Cada día aumentan alarmantemente los casos de niñas menores de 12 años que presentan trastornos alimentarios y en los últimos años, se ha incrementado también la aparición de casos del sexo masculino.

La preocupación mundial apunta, a que es más fácil para una Ana o una Mía tener acceso a la información que refuerza su conducta que a aquella que la ayuda a alejarse de ella. Las páginas masqueunaimagen.com y anaymia.com intentan orientar no solo a personas que sufren de alguno de estos trastornos, sino que prestan ayuda a padres, representantes y maestros que tengan un caso cercano y a pesar, de que se hacen esfuerzos y se invierten grandes cantidades de dinero en campañas para luchar contra estos desórdenes, jamás pueden competir contra las figuras de modelos y actrices que inundan las pantallas de cine, televisión y las portadas de las revistas.

Así, miles de princesas Ana y princesas Mías siguen embarcadas en lo que para ellas es una batalla por la perfección, lucha que en la mayoría de los casos terminan por perder, conduciéndolas hacia la muerte.

“…a veces inconscientemente hago cosas que hacen las Anas, y es porque nunca dejaré de serlo, lo acepto, ella vive en mí y jamás se irá, pero lo importante es que yo la controle a ella y no ella a mí como por tanto tiempo hizo, llevándome al borde del precipicio, a la depresión profunda y al fanatismo por ella, porque llegó un momento en el que ella era mi todo y me estaba muriendo poco a poco y destruyendo mi vida sin antes haber vivido nada…”

Tomado del blog de una Ex-Ana

Adiós a la Quinta Bibelo

Dicen los que saben, que uno jamás puede aferrarse a las cosas materiales, porque se rompen, se botan, las roban, se dañan o en otros casos, se venden; que los sentimientos, lo valores, los principios, es lo único que realmente vale y perdura.

Fácil decirlo. Difícil ponerlo en práctica cuando nos enfrentamos al momento en el que hay que desprenderse de “algo material” que encierra en sí mismo todo lo demás.

Es difícil decir adiós, cuando de lo que te despides es de una parte importantísima de tu niñez. Cuando se trata de un lugar, donde en cada esquina hay un recuerdo. De un lugar que además está lleno de las risas, los colores, los sabores de una época hermosísima de tu vida. De las matas de mango donde creo que todos nos fracturamos algo. De aquella mata de fruta de pan que en mi mente sigue estando allí —aunque Bibi le jale las patas todas las noches a Lore por haberla cortado— de los hicacos, de las cayenas, que no estoy segura de si mis primos llegaron a conocer. De aquella pared donde las abejitas intentaban hacer su panal, tercas siempre, pero nunca tan tercas como Bibi, que se empeñaba en quitarlas. Tengo recuerdos de un cuero de tambora secándose un diciembre en el jardín cuando el invento del grupo de gaitas. De aquella maleta llena de juegos de cartas infantiles con los que aprendí a leer. Aquellos closets llenos de tesoros del pasado que Bibi iba acumulando y que se convirtieron en mi mayor placer en la infancia, cuando me disfrazaba con las “cuchitas” , los abrigos y las botas que supongo alguna vez Bela lució cuando estaban “de última moda”. Pienso en los domingos envueltos en el aroma del kibbe y con la “melodiosa” —este espacio es dedicado a Fabiana— voz de María Martha Serra Lima de fondo. Aquel arbolito multicolor de todos los diciembres y el nacimiento donde ¿qué importaba que el niño Jesús fuese 3 veces más grande que los pastores, si cerquita estaba pastando un burro verde, y en el río había un cocodrilo naranja?

La casa de las Barbies —en la que Bibi jugaba mucho más que yo— donde cada tapa de champú bonita se convertía en un matero y pedacitos de silvadores y triquitraquis se transformaban, por obra del ingenio, en rollos de papel toilette. Mi muñeca Stefanía o aquella Belinda gigantesca que asustó a mi papá en una noche en la que llegó con unos tragos de más.

Todavía hoy, veo una caja de colores Prismacolor y recuerdo la maravillosa sensación que sentía cuando Lore me dejaba pintar con la suya, dorada, de 120 creyones. Y jamás olvidó cuando Ñoño me invitaba a ayudarlo a lavar el tanque de agua, o cuando me traía aquellas bolsas de retazos de chocolate que compraba en la Savoy, o la repartición de aquella alcancía que se hacía entre los nietos, cada diciembre.

Creo que no cabrían en un libro la cantidad de recuerdos hermosos que tengo de esa casa que fue cambiando su fachada de color según las locuras de su dueña, pero que por esto mismo era también su viva imagen.

También hay algunos recuerdos tristes. Las imágenes de dos momentos que en menos de un año se llevaron el alma y el corazón de la Quinta Bibelo. Pero esos los guardaré en el fondo de la caja, dejando todos los recuerdos hermosos arriba.

Es cierto, uno no puede aferrarse a las cosas materiales, porque se rompen, se botan, las roban, se dañan o en otros casos, se venden, pero sí vale aferrarse —y durísimo— a todos los recuerdos, los valores y los principios que en el transitar por ese espacio material recibiste y ese lugar, a mitad de la transversal 34, junto con la vecina que está dos casas más allá, representan simplemente el cúmulo de vivencias gracias a los que hoy, soy quien soy.

¡Qué broma con Twitter!

Tengo más de dos años con mi cuenta de Twitter y confieso que lo que descubro cada día, no deja de sorprenderme. Y cuando digo “sorprenderme” hablo tanto en sentido positivo como negativo.

Quien tenga cierto tiempo con su cuenta, y la mantenga medianamente activa, estará de acuerdo conmigo en que hay cierta especie de etapas que se van pasando al twittear: abres la cuenta; en muchos casos no le ves sentido al principio y la abandonas; la retomas y comienzas a seguir a medios para estar informado, pero interactuas poco; le agarras el gusto; te vuelves adicto, pasando por la sub-etapa de pelear con los demás por sus opiniones o por no estar de acuerdo con las tuyas; te obstinas y te retiras un poco, reevaluando qué es lo que buscas y si te interesa seguir; y vuelves, generalmente con el aprendizaje de que no puedes mantener a todo el mundo a gusto, así que escribes lo que te provoque, ya sin pararle mucho a lo que dicen los demás. Luego de esta etapa “decisiva” vienen subidas y bajadas en las que a veces te provoca twittear y otras no. Puedes desaparecerte a ratos, pero sabes, en el fondo, que siempre está tu TL ahí como para volver de vez en vez, cuando necesitas informarte, reirte, divertirte o simplemente drenar, y entendiste ya —hace tiempo— que en la red social consigues diversidad de opiniones, criterios y puntos de vista, que sería imposible tenerlos todos a la vez en la vida 1.0, a menos que fueses capaz, por algún extraño poder —maleficio, diría yo— de escuchar el pensamiento de toda la gente reunida en el Poliedro de Caracas, o de todas las personas que se cruzan en tu camino en un solo día. Además, te fastidia enormemente el tema de que “la gente sin Twitter” esté siempre manejando informaciones que ya tu conociste, evaluaste opiniones, emitiste la tuya y —conociendo la tendencia— probablemente ya hasta hayas leído su desmentido oficial. Ya a este punto, has decidido no desertar.

He oído, en más de una oportunidad, decir que Twitter no es la vida real. Estoy de acuerdo, pero nadie puede negar, que es una muestra bastante aproximada. Lo es simplemente porque quienes allí nos expresamos, lo hacemos desde el bastión de nuestras experiencias, por lo que cada tweet —político, romántico, de queja, de ira, de buenos días, y pare de contar…— deja plasmado un pedacito de quien lo escribió. Al igual que en la vida —aunque indudablemente con un rango más amplio— escogemos con quien queremos intercatuar, dependiendo de nuestros intereses, modo de pensar y, por supuesto, experiencias. Cada quien va “armando” su TL como si de su círculo de amigos se tratase, y no pensando en que en algún momento lleguen a ser nuestros amigos “reales” —porque lo más probable es que jamás les veamos la cara—, pero sí en el hecho de que serán las personas a las que leeremos diariamente y que nos aportarán aquello que queramos recibir, en cuanto a información se refiere.

El otro día, conversando con Armando Coll (@armacoll) y Jesús Nieves (@ElProximoJuego), decíamos que, incluso, el cuidado que ponemos en el “armado” de este círculo de followings, puede crear percepciones bastante distorsionadas, si no pensamos en incluir “diversidad”. Por ejemplo, si eres alguien a quien le gusta leer, la onda cultural, el cine, etc. puedes tender a reunir en tu TL a gente que comparta estas aficiones, y zas! en un momento puedes creer que la gente se está culturizando. Lamento sacarte de tu ensueño, pero se trata simplemente de una percepción —no tan grave como la de la inseguridad y la del retraso en cierto sistema de transporte, pero percepción al fin— dada por lo nutrido de tu TL en el área de cultura. Es por esto, que muchas veces, siguiendo algún tweet, caemos en lo que yo llamo los “sub-mundos” Twitter, ya que descubres redes de tweets, personas, TL’s, muy distintos a los tuyos, con intereses bastante disímiles, que pueden ir desde tendencias sexuales hasta gustos por un artista famoso, que se agrupan y a los que no lees, simplemente porque tú interés no está dirigido allí y no los has incluido en tu propia línea de tiempo.

También se ha dicho mil veces, que para ganar followers, debes ser “auténtico”, tema sobre el que tengo mis dudas, ya que esto puede ser en extremo ambiguo, dependiendo de lo que “auténtico” quiera decir para cada quien. Siempre he querido preguntar su opinión sobre el tema de la “autenticidad” en Twitter a @ChavezOfficial y se lo pregunté a mi querido @CiudadBizarra quien tuvo a bien darme su opinión al respecto, la cual, me reservo. Sin embargo, hasta cierto punto, estoy de acuerdo con esta premisa, aunque, también es cierto, que manejar una cuenta Twitter te coloca en una posición, que sin que implique algo negativo o positivo, puede despertar ciertas habilidades que tal vez en la vida 1.0 no hayas desarrollado y no por complejos, falsedades, ni nada por el estilo, sino por simple naturaleza humana. Conozco personas con una cantidad considerable de followers, por la innegable calidad y locuacidad de sus tweets, que en persona son sumamente tímidos y han conseguido en Twitter una forma de expresión que manejan a la perfección, al igual que me he topado con personas de las que llamaríamos “salíos” en la vida 1.0 que no logran concretar sus cuentas, porque su desparpajo natural, no saben canalizarlo en 140 caracteres. Pero, siempre aparecerá un autonombrado “gurú” del Twitter, que dirá que uno u otro, miente a sus seguidores, por el simple hecho de que lo que ven, no concuerda con lo que leen. Ya sabemos que cada quien es libre con sus complejos.

Toda esta disertación tiene un fin —aunque muchos de los que lean este post pensarán a este punto “Tutu se volvió más loca y decidió hablar más paja de la que habla”— y es que, al igual que en la vida, la única fórmula mágica para salir airoso de la “experiencia Twitter” es tener criterio. Lo digo, porque particularmente en los últimos días y por distintos eventos de diversa índole, la red del microblogging ha puesto a prueba el criterio de muchos de nosotros. Me explico: la mayoría de las personas, cuando entran a su edad adulta, poseen una cantidad de conceptos, creencias y principios, basadas en su mayoría en sus propias experiencias y también —por muy original, inteligente y no-le-paro-a-nadie que se considere— influenciado en buena parte por los criterios y opiniones del círculo en el que nos desenvolvemos. Al llegar a Twitter, y al hacerse este círculo cada vez más amplio, estamos bombardeados de criterios y opiniones distintas —no mejores, ni peores que las nuestras, sólo distintas— que en el mejor de los casos, pueden hacernos reflexionar sobre los propios, a veces fortaleciéndolos, otras, dándonos los soportes suficientes, incluso para cambiarlos. Esto, no necesariamente implica que seamos manejables. Enfocándolo bien, puede implicar que tenemos el suficiente grado de madurez para replantearnos muchos de nuestros conceptos y aceptar que estamos equivocados o que debemos evolucionar. No le veo nada de malo a esto, creo que en muchos sentidos, de esto se trata la vida. Lo que sí me parece intolerable, es que en medio de este río de opiniones, nos dejemos llevar por una especie de “histeria colectiva”, que nos haga repetir —o retwitear— puntos de vista de otras personas, historias, chismes, rumores, sin tomarnos la molestia de sentarnos un momento y decir ¿se ajusta esto a mi manera de pensar? , ¿es lógico lo que estoy leyendo?.

Siempre hay alguien que motivado por una cantidad de “sus propias razones” puede tergiversar informaciones u opiniones, muchas veces no basado en el criterio, sino en traumas, complejos y experiencias, que si bien son totalmente válidos en su realidad, no implica el que sean verdades absolutas. La información es un arma poderosa y en un mundo en el que esta información viaja cada vez más rápido, la única manera de no caer en amarillismo y no hacerse eco de actos de morbosidad o difusión de conceptos errados, es aplicando el criterio. Nadie está exento de caer en esta trampa alguna vez, pero estoy segura que si cada quien se toma un minuto de su tiempo para analizar muchos de lo “hechos” que lee, en muchos casos, la primera opinión, cambiará sustancialmente.

Todo esto lo digo, porque disfruto el uso del Twitter y cada vez que oigo a alguien decir que “Twitter es una herramienta que crea confusión, desinformación y la profusión de rumores”, no puedo menos que pensar, que de nuevo la naturaleza humana intenta achacarle a alguien más sus propias imperfecciones, porque al final, la vida que tiene Twitter es simplemente la que cada usuario le da. El día que Twitter piense por sí mismo, ya no será interesante para mí.

Sobre juezas, putas y respeto

Tengo 38 años. Soy de la generación que nos tocó escuchar “Devuélveme a mi chica” de Hombres G con un desagradable “piiiii” en todos sus coros, para tapar la palabra “marica”, porque las leyes de nuestro país impedían la difusión de “malas palabras” por cualquier medio de comunicación.

Soy diseñadora gráfica. No sé de leyes, lo confieso. Sin embargo, sé de moral y de respeto y esto, gracias a que fui criada en un hogar donde me enseñaron que TODO el mundo merece mi respeto, aunque un rato más tarde demuestre lo contrario. Ahora, como madre, pretendo criar a mis hijos bajo el mismo esquema. Por esta razón, me he esmerado en intentar explicar a mis hijos la “definición” de ciertas palabras que escuchan en la calle y que, inevitablemente, llegan a preguntar su significado. Tengo una metodología al respecto: explico lo que quiere decir y luego las clasificamos en si son palabras que irrespetan o no a sus interlocutores, simplemente, porque no considero que haya palabras que deban ser “prohibidas” pero sí creo, que cada persona debe tener el suficiente criterio para saber en qué momento y bajo qué circunstancias, esa palabra puede ser o no utilizada. En resumidas cuentas, creo que se trata simplemente de un poco de cultura, de valores y por supuesto —de nuevo— de respeto.

El día de ayer, mi hijo de 8 años me llamó la atención sobre la palabra “puta”. Su comentario se refería a si debíamos o no “revisar” la utilización de dicha palabra ya que él escuchó, que “una señora que sabe de leyes” dijo que era correcto decirla. Lo triste no es que él hubiese pedido una rectificación de mi parte, lo triste es que yo me haya visto en la necesidad de faltar a las bases de respeto de mi crianza (y de la suya) y explicarle que esa “señora que sabía mucho de leyes” estaba tomando una decisión por razones equivocadas y que sus palabras habían sido consecuencia del terrible acto de vender su moral y sus principios. La respuesta de mi hijo, en medio de su inocencia y del no saber todavía muy bien ciertos temas, fue contundente “ah mami, entonces ella es puta”. Lo más lamentable, es que yo no haya tenido ni bases, ni explicación alguna para refutarle su apreciación.

Entonces, yo que no sé nada de leyes me pregunto ¿Quién vela por lo intereses de los niños que se están criando en un país donde la falta de valores está a la vuelta de la esquina? ¿De qué vale el esfuerzo de madres, familia, maestros, por inculcar respeto y valores en los niños y adolescentes si un personaje oscuro como Mario Silva puede echar por tierra todo el trabajo hecho y más aún avalado por la leyes de la República?.

Admiré enormemente la valentía de Miguel Henrique Otero y su familia al tomar la decisión de darle la cara a un malandro como Mario Silva, pero me decepciona enormemente un país que parece no darse cuenta que esa lucha no es por el honor de una persona, es por el derecho que tenemos todos de vivir y de criar a nuestros hijos en un ambiente lleno de valores y de respeto.

Con respecto a la jueza González, creo que pasará a la historia como otro de los oscuros peones de esta Revolución, sólo que además, se volverá tristemente célebre por legalizar el insulto con el que será identificada por el resto de su vida.

Vacíos

Despertó sobresaltada. No pudo recordar qué soñaba o si en realidad soñaba. Hacía tiempo que dormía sola, pero hoy él estaba a su lado. Lo oía respirar al otro lado de la cama. Se había acostumbrado a su presencia esporádica, al igual que se había acostumbrado a su soledad. Hizo un esfuerzo por un momento y no pudo recordar la última vez que sintió un abrazo en mitad de la noche, que no fuese para comenzar una batalla de caricias. Esos abrazos que se dan aún estando dormidos, cuando extrañamos la calidez de la persona que está a nuestro lado.

Había pasado muchos años en una relación. Siempre estuvo segura de que estaba enamorada y durante todos esos años se consideró realmente feliz. Pero un día, esa pregunta pasó por mente. Esa, que sólo llega cuando nuestro subconsciente sabe perfectamente la respuesta, pero se cansó de dejar pistas y recurre a la pregunta, así como para que nos topemos con ella y lleguemos a nuestra propia conclusión. “¿Eres Feliz?” se había preguntado ella aquella mañana que ya parecía lejana. Podía recordar el momento exacto, cuando frente al espejo, se cepillaba los dientes y sus ojos se consiguieron con los ojos de su reflejo, y la pregunta vino directo a su mente. Se quedó petrificada. Siempre dijo que la primera señal de infelicidad, era preguntarse si éramos felices. Terminó de cepillarse, cerró el grifo del agua y se sentó sobre la cama. Hizo un balance rápido de su vida y no pudo evitar sorprenderse al darse cuenta que ahora veía la felicidad muy lejana. Desde ese momento, todo fue en picada. Pasar de la duda a la decisión, al planteamiento y a la ruptura, se convirtió en una cadena de pasos que se había vuelto más acelerada de lo que ella en realidad hubiese querido. Se sintió sola al principio, pero luego descubrió una “ella” que nunca había conocido. Comenzó a sentirse independiente, indetenible, libre. Se reconcilió con la soledad que tanto había temido y aprendió a apreciarla, a disfrutarla.

Aprendió de pieles y mientras lo hacía, aprendió a entender la suya. Sintió llegar el amor, aunque distinto al que había conocido hasta ese momento, pero sin darse cuenta, después de distintas decepciones, se fue alejando de él. Esa madrugada, después de despertarse en la mitad de la noche, se había dado cuenta qué lejos lo veía ahora y más aún, cuánto lo extrañaba. Había olvidado lo que se sentía escuchar un “te quiero” sincero. Anhelaba sentir una caricia tierna. Comprendió que había cerrado muchas puertas, queriendo aferrarse a un imposible. Pensó en la manera de abrirlas de nuevo. Decidió que era momento de una nueva oportunidad. Pero se vio sola. Aunque él estaba allí, al alcance de su mano. Y lloró. Lo hizo cuando se dio cuenta que estaba llena de sentimientos secos, estériles, que se habían petrificado por no conseguir respuesta. Y volvió a pensar en cuánto extrañaba el amor. Secó sus lágrimas. Le dio la espalda y se durmió de nuevo.

Virgen porque me da la gana…

Leí con curiosidad la noticia de que una venezolana había publicado su primer libro, el cual decidió titular “Virgen a los treinta”. Pensaba que se trataba de algún juego de palabras, no tanto porque lo creyera imposible, sino porque me pareció como un título demasiado obvio para un libro que hablara de este tema. Pero estaba equivocada, efectivamente, Vivian Sleiman, decidió plasmar en un libro, su experiencia siendo virgen a los 30 años. Busqué la noticia completa. Confieso que lo que me parecía interesante no era el tema de la pérdida de la virginidad —o en este caso el mantenerla— tardía, sino más bien el poder de decisión y la convicción de una persona que viviendo los tiempos que vivimos, llenos de estímulos, provocaciones y tentaciones, se haya mantenido firme ante semejante decisión. Hubiese causado la misma curiosidad en mí, si la declaración fuese “no he tomado Coca-Cola en 30 años” , “Tengo 30 años y nunca he bebido ni un trago de alcohol” o “Tengo 30 años y jamás he fumado un cigarro”, y no lo digo por restarle importancia al tema de la virginidad, sino porque realmente, me llamaba la atención las razones que podría una persona tener para, en cierto punto de su vida, tomar una decisión como esta.

Me dispuse entonces, a ver —con extrema curiosidad— el video de la entrevista que publica Globovisión. (Les dejo el enlace por si quieren verla http://www.dailymotion.com/video/xmjrs0_virgen-a-los-30-un-libro-autobiografico_news) Lo primero que me sorprendió es que se trata de una mujer realmente bella y lo digo, porque leí más de un comentario en Twitter, aludiendo a que seguramente la niña no sería muy agraciada. Pues sí lo es. Una mujer que definitivamente debe llamar la atención y que dudo mucho que le hayan faltado pretendientes en la vida. Comencé a escuchar la entrevista conducida por Aymara Lorenzo y confieso que me decepcionó. Tengo que aclarar que no he leído el libro. En honor a la verdad, desde un principio me causó curiosidad la noticia pero jamás hubiese comprado el libro para leerlo. Sin embargo, creo que ahora lo haré.

Mi decepción vino dada, porque a medida que fui escuchando la entrevista, me encontré con una cantidad de incongruencias —a mi parecer— que me chocaron totalmente con la decisión tomada. Me explico: creo que la decisión de mantenerse virgen a la edad que sea, es definitivamente, algo muy personal y mucho más, si lo primero que dices es que es por convicción. Por lo tanto, y me disculpan, cualquier justificación al respecto está de más y en la entrevista me conseguí con un collar de justificaciones, que sinceramente dejan un sabor más a crítica hacia las decisiones de otros que a posición ante una decisión tomada. Esto sin hablar de una cantidad de conceptos lamentablemente errados sobre la sexualidad humana. Me permito, de nuevo, desde mi punto de vista, enumerar algunos.

- “Porque para mí la entrega, hacer el amor, es algo que va más allá de lo físico, más trascendental” Comienza con esta frase, aludiendo a su “espiritualidad”. Y no pude menos que pensar: ¿Es decir, que todas aquellas personas que no somos vírgenes somos menos espirituales? Puedo entender que hoy, siendo una mujer culta, adulta y con experiencia en la vida, pueda tener conceptos tan profundos como para evaluar y considerarse más “densa” (?), pero dudo mucho que a los 15 años, que es más o menos la edad en la que el ser humano comienza a lidiar con el tema de las decisiones frente a la sexualidad, su pensamiento hubiese sido igual y mucho más, si más adelante afirma que a esa edad no le gustaba leer y tenían que obligarla. Meditar, explorarse espiritualmente, considerarse una persona trascendental, requiere de mucho estudio y cierto nivel de sabiduría y por ende de mucha lectura, así que realmente, no me quedó muy clara cuál fue la decisión tomada, a los 15 años, para seguir virgen a los 30. Y acoto algo, no es que me interese. Repito, la decisión es muy personal, el problema es que cuando decides hacerlo del conocimiento público y escribir un libro sobre el tema, deberías estar total y completamente claro en tus conceptos, muchísimo más, si “sientes orgullo” porque “jóvenes de 14 y 17 años” estén leyendo tu libro. Dejó de ser tu historia personal, se convirtió en un mensaje y pudiera ser bastante confuso si lo que reflejas en el libro, no está acorde con lo que dices. Esto sin tocar el tema, además de que si la entrega va mucho más allá de lo físico, pues no entiendo el tema de mantener la virginidad. Pero no alarguemos más el asunto.

- “Los hombres ven a la mujeres vírgenes como un trofeo”, afirma, pero mucho peor es el comentario de que “parte de la culpa la tenemos la mujeres de estar provocativas, realmente si estás en un bajo perfil es distinto”. Una generalización para mí es terrible. Dos en una oración tan corta me parece deprimente. Me gustaría preguntarle si es de las personas que piensan que una mujer violada, lo merecía porque estaba en minifalda. Por otro lado, si merece golpes de pecho el que una mujer esté “provocativa” y de alguna manera —no he conseguido cual— tiene algo que ver con su decisión sobre la virginidad, me gustaría saber ¿por qué en la portada de su libro, bajo el título “Virgen a los 30 años”, no vemos una foto de una mujer sin maquillaje, vestida de negro, cuello tortuga y vestido amplio, sino que vemos a una mujer en un atuendo bastante insinuante?. Pero de nuevo, es mi percepción, la decisión de la virginidad sigue siendo suya. Y, comentario aparte, sí, creo que después del la foto, la entrevista y el libro hablando de ser virgen a su edad, definitivamente para más de uno debe ser un trofeo muy codiciado.

- “La virginidad no tiene religión, el himen no tiene religión”. Me parece realmente insólito, en pleno siglo XXI, escuchar a alguien hacer la relación entre himen y virginidad. Lo siento, pero esta afirmación lo que me demuestra es una profunda ignorancia. Coincido sí, en el tema de los valores perdidos, pero no sé hasta que punto la idea de una mujer virginal, guardándose para un hombre que definitivamente no lo es, sea unos de los valores que al mundo le urge rescatar y mucho menos si las razones son tan banales, efímeras y sin sentido como las que pude escuchar en esta entrevista.

- “Mi cuerpo es un templo”. Además de un enorme cliché, de nuevo me pregunto ¿Qué tiene que ver esto con el tema de la virginidad? Una persona que decide ser vegetariana, y que lo hace por convicción, estudia todos los efectos —positivos y negativos— que la ingesta de carne ocasiona en su cuerpo, analiza y busca sustitutos. Me gustaría saber qué tanto ha investigado esta persona sobre lo fundamental que es el buen desarrollo de la sexualidad para el individuo en general, que la lleva a hacer una afirmación como esta. ¿Es decir que tener sexo es profanar ese templo? De nuevo, me consigo con una justificación equivocada, para algo que en realidad no necesita ninguna justificación.

- Por otro lado, justificar el libro diciendo que nunca nadie antes había hablado de la virginidad, sinceramente, me deja perpleja. Existen libros, vídeos, películas, foros, blogs, y pare Ud. de contar que tocan este tema profundamente y además con bases sólidas y justificadas. Pero además rematar con la frase “hay muchísimas mujeres vírgenes, yo las conozco y bellísimas también” me hace pensar en que no es precisamente la humildad que tanto utiliza en su discurso su mayor virtud.

- Y por último y confieso que lo que más me impactó, es la terrible relación que hace entre promiscuidad y pérdida de la virginidad. Según la OMS una persona “promiscua” es aquella que tiene 2 parejas sexuales o más en menos de 6 meses. El contraparte de la promiscuidad —según la misma organización— es la monogamia (relación sexual con una pareja estable). Sin embargo, quien contrapone la promiscuidad a la castidad —o virginidad para utilizar sus palabras— es la religión. Me causa mucha curiosidad, que una persona que asegura que su decisión no tiene ninguna base religiosa, incluya definiciones religiosas para explicarse. Pero además se pueden contar millones de casos de personas que practican una sexualidad monógama, estable y sin riesgos y obviamente, dejaron su virginidad atrás hace mucho tiempo.

En resumidas cuentas, creo que después de escuchar la entrevista, me conseguí con una mujer que plantea el tema de mantenerse virgen, basándose en una cantidad de clichés, arquetipos y conceptos errados —tantos que a los 31 años habla de “su príncipe azul”— sumados a varios llamados “de lo que los demás hacen y yo no” que suena mucho más a “no estoy del todo conforme” que a “lo hago por convicción” . Tal vez las consecuencias de la presión de poner en el tapete público un tema que en definitiva, es sólo importante para ella y —eventualmente— para quien termine siendo su pareja.

Quiero aclarar, que no es la intención de este post juzgar a Vivian. No creo que esté equivocada con respecto a su decisión y sigue siendo admirable. En realidad mi llamado es a la manera en que puede desvirtuarse una valiente decisión personal, sólo por la necesidad de conseguir justificación para ella. Es la naturaleza humana tratar de encajar en el entorno y cuando tomamos decisiones que sentimos que no lo hacen, nos vemos en la necesidad de justificarnos ante los demás y es allí cuando comienzan muchos de nuestros conflictos. Sigo pensando que le hubiese quedado mucho más elegante y hubiese sido un mensaje mucho más profundo decir simplemente “soy virgen a los 30 años porque me da la gana”.

Sueño (ii)

Cómplices,
la noche que nubla los sentidos,
el recuerdo de tu perfume que embriaga los míos
hasta confundirlos.

Oigo tus pasos que se acercan a mi cama…
(estás soñando)
El roce tu cuerpo sutilmente acaricia el mío
cuando lo busca en la oscuridad…
(son solo las sábanas)
Tus manos acarician mi piel.
Mis senos, mi vientre.
Comienzan a jugar con mi deseo para volverlo placer…
(no, son tus manos)
Escalofríos recorren mi cuerpo.
Al contacto de tus labios.
(es la brisa)
Mis caderas se mueven al ritmo de las tuyas.
Mis piernas se aferran a tu cintura,
acompasadas en un baile lento, ritmico, sensual…(sueñas, la almohada)

Una súbita calidez me recorre toda, me invade.
Hace explotar sensaciones que parecen eternas,
aunque solo son segundos.
Tiemblo. Me dejo llevar, deslizándome.
Ya amanece. La claridad trae de vuelta los sentidos.
Tu perfume de nuevo es un recuerdo.
No hay pasos, ni manos, ni piel.
Solo sábanas, mis manos, la brisa, la almohada.
Y un sueño.

Puntos de vista

Mientras manejaba, trataba de hacer un balance de todo lo que había sucedido. No era que no estuviese de acuerdo con la decisión, de hecho, estaba feliz de que al fin la hubiese tomado. Por primera vez vislumbraba cambios en su vida, que no lo atemorizaban ni le causaban ansiedad. Sentía que se había quitado años de encima, desde el preciso momento en que ella lo llamó y le dijo “Hablé con él. Está arreglado”. Pero justamente por esto, no quería que la felicidad se empañara por la culpa y había decidido asegurarse de que había hecho las cosas bien.

La verdad es que se había deslumbrado desde el momento en que la conoció. “Ella es mi esposa Valeria” le dijo Alberto Colmenares el día que los presentó, en una oportunidad en que ella lo llevó hasta una cafetería en la que se encontrarían para ir juntos a una reunión, donde discutirían sobre un gran proyecto que sería la oportunidad de crecer, de la hasta ese momento, pequeña compañía de construcción y remodelación en la que se habían asociado, él como arquitecto y Alberto como ingeniero. Y desde allí se enamoró de esa sonrisa tímida, de lado, pero a la vez pícara y sincera.

Hizo lo posible por poner límites, no sólo porque Alberto era su amigo y su socio, sino porque Valeria era considerablemente más joven que él y le parecía ridículo que a sus casi 60 años de edad, estuviese correteando detrás de una muchachita —esto en la fantasía de que no estuviesen casados y ella le correspondiera—. Así que evitaba quedarse con ella a solas y trataba de no entablar conversaciones largas que salieran de las cosas banales que pueden decirse un hombre y la esposa de su socio. De hecho, desechó por completo el primer pensamiento de “una señal” el día que se presentó a su curso de cocina, como todos los miércoles y vio a Valeria sentada en uno de los puestos que habían estado desocupados. “¡Qué casualidad!” le dijo ella cuando lo vio sentarse en su puesto habitual, mientras se paraba para darle un beso cariñoso en la mejilla. Le aterrorizó cuando la vio anotar su nombre en la lista de los que participarían en el curso siguiente, justo dos nombres por encima del suyo. Pero la verdad es que tampoco pensó en dejar de asistir —pudiste haberlo hecho, Rafael, se dijo— y no lo pensó porque simplemente disfrutaba la compañía de Valeria. De allí en adelante, todo fue muy rápido. Desde aquel miércoles en que ella llegó hecha un mar de lágrimas, diciendo que ya no soportaba un día más estar casada con Alberto, su vida había cambiado por completo. Una cosa era que él se interpusiera en un matrimonio feliz, pero otra muy distinta era que simplemente la rescatara de algo que ya no tenía arreglo. Así las cosas, no dudó en invitarla a tomarse un trago cuando Alberto tuvo que salir de viaje. Fueron a su apartamento y luego de algunas copas, ella le confesó que era terriblemente infeliz. Del consuelo pasaron a las caricias, los besos y luego a la cama. Y así comenzaron 7 meses de citas a escondidas y de engaños. Ella nunca le contaba detalles de su matrimonio, pero un día, en que estaba visiblemente alterada, él le preguntó que por qué no lo dejaba, a lo que ella sólo respondió “No puedo”.

Por eso le sorprendió tanto cuando hacía unos días, Valeria había llegado radiante al curso de cocina y le dijo “Lo decidí. Voy a dejarlo”. Estaba tan eufórica que ni siquiera había llevado su equipo de cocina completo y él tuvo que prestarle un cuchillo y una taza de medir para poder hacer la receta del día. Luego, al terminar, lo llevó casi con desesperación hacia su apartamento y le hizo el amor como nunca antes, llegando incluso a ser inusualmente violenta, al punto de que en uno de los momentos de mayor pasión le había arañado la cara. Luego, lo besó con ternura y le dijo “Por fin voy a poder ser libre”. Rafael pasó toda la noche en vela, entre emocionado, sorprendido y preocupado. Pero luego de un corto sueño, se sintió completamente aliviado y feliz. Alberto no apareció por la oficina ese día y tampoco el viernes. Su secretaria le dijo a Rafael que le había dado instrucciones de llamar a su abogado y que le pidió que lo excusara con su socio. También, le pidió el número de la Agencia de viajes donde ella solía comprar sus boletos aéreos. Rafael no se atrevió a llamar a Valeria. Esperó pacientemente hasta que el sábado en la tarde la angustia lo obligó. Ella respondió tranquila. Le dijo que no se preocupara, que todo estaba bien y que se verían, como siempre, en el curso de cocina.

Ella llegó ese miércoles cambiada, algo en su expresión se había vuelto un poco sombrío, pero Rafael entendió que una separación, por más deseada que sea, siempre suele ser incómoda. Al salir, ella le pidió prestado su teléfono celular, porque había dejado el suyo en casa. Hizo una llamada y se lo devolvió. Le dijo que Alberto había decidido irse un tiempo. Que seguramente lo llamaría para decírselo y que ya estaba al tanto de todo, incluso de la relación existente entre ellos. Lo tranquilizó diciéndole que lo había tomado bien. Luego le dio un beso y se marchó.

Al día siguiente, Rafael vio el nombre de Alberto aparecer en la pantalla de su celular y luego de un saludo bastante incómodo, los dos hombres quedaron en encontrarse en la casa de la antigua pareja a las 4 de la tarde. Alberto le dijo que necesitaba hablar con él. Hacia allá se dirigía en ese momento.

Llegó y la puerta estaba entreabierta. Dio unos golpecitos con sus nudillos y entró. Gran parte de los muebles estaban recogidos y embalados y al pié de la escalera se encontraban varias maletas. Siguió caminando y se quedó paralizado cuando vio a Alberto tirado en el piso en medio de un charco de sangre. Su cuchillo de cocina se encontraba a un lado, empapado en la sangre de su socio. Se acercó y vio en el piso unos planos de la casa, con indicaciones de cambio de paredes y distribución, como las que solía hacer Alberto en los planos para indicarle qué debía ser remodelado. A un lado estaban dos pasajes, leyó algo y sin importarle que estaban llenos de sangre, los tomó para leer más de cerca. Estaban a nombre de Alberto y de Valeria y su destino era Paris, con fecha de regreso en 3 semanas. Trataba de entender lo que había ocurrido, cuando la voz de Valeria lo sacó de sus divagaciones “¿Qué has hecho?” le dijo entre llanto y gritos. Venía acompañada de dos hombres que inmediatamente hicieron ademán de intentar retenerlo si es que se le ocurría huir, mientras Valeria les decía que llamaran a la policía. Pero no era necesario. Rafael estaba petrificado, ni siquiera intentó moverse, sólo hizo el mismo recorrido mental que venía haciendo en el carro, sólo que ahora, desde otro punto de vista.

No Basta… (Franco De Vita en la USB)

A nadie le importó la lluvia. A pesar de que caía a cántaros y de que éramos bastante pocos los que contábamos con toldos de protección. El frío fue disipado por completo por el calor de un reencuentro. Uno que nos debíamos. Perdí la cuenta de las veces que he visto a Franco de Vita en escena. Cada canción, cada show, tiene imágenes especiales asociadas a mis recuerdos. Pero esta vez fue distinto. Quince, veinte años después. La verdad, no es relevante, simplemente volver a escuchar su voz en vivo, volver a sentir su carisma, su don de gente, fue suficiente para que ni la cola, ni la lluvia, ni la espera, importaran en realidad. De nuevo y como siempre, se hizo dueño del escenario y del público. Llenó el ambiente de talento, no sólo del suyo, sino del de María José, de 16 años que lo acompañó en “Tan solo tú” sustituyendo la voz de Alejandra Guzmán y sinceramente, sin nada que envidiarle. El estadio de fútbol de la USB quedó atónito ante la voz de la chica para luego simplemente venirse abajo en aplausos. Sin Bandera hizo lo suyo, acompañando de nuevo a Franco en “Si la ves”. El despliegue de talento continuó con la presentación de la banda, con un guitarrista que canta, un pianista que baila y un baterista que toca tambores. Increíble rememorar la bellísima y particularmente sentida en estos momentos, letra de “Al Norte del Sur” en compañía de San Luis, ex- Vos Veis. “Necesitamos un espacio de reencuentro. Lo tuvimos por un tiempo. Este está bien, pero es muy lejos. Ojalá un día nos devuelvan lo quitado” y de nuevo el mar de gente se deshizo en aplausos, al retroceder aún más y recordar esas antiguas citas en El Poliedro. “Te amo”, “Aquí estás otra vez” , “Sólo importas tú” , “Te veo venir soledad” fueron parte de la nota romántica, mientras “Traigo una pena” y “Te equivocaste conmigo” fueron una muestra de que también sabe cómo ponernos a bailar. “No, no, no” gritaba la gente cuando intentó despedirse. Volvió al escenario, imposible dejar por fuera “No hay cielo” y “Buen Perdedor” y por supuesto, no podía faltar “No Basta”. En realidad no nos bastó. Como él mismo lo dijo “Siempre queda una canción por fuera, una que ustedes esperaban escuchar…”. Y es que es imposible reunir más de 27 años de carrera, de enamorarse con canciones y de sentimientos vividos en 2, 3 ó 4 horas de concierto. “Ahora” faltó para mí. Pero llegué a mi casa y simplemente la puse, con el sonido de su voz en vivo fresco en su memoria. No, no basta. Jamás tendremos suficiente de su talento, pero hoy el reencuentro se cumplió. La sonrisa no se borra. El artista, de nuevo se botó. El ser humano que es, nos llenó otra vez a todos. Una nueva cita se abre ahora. Sin fecha, simplemente esperando “que pueda volver otra vez” como dijo en un verso improvisado. Y aquí, su Caracas, lo estará esperando. Para rememorar de nuevo. Para volvernos a enamorar. Para volver a sentir. Para un nuevo reencuentro.

Primarias, otra vez….

Siempre dije que lo único que el venezolano tiene que agradecerle a Hugo Chávez, es haberle devuelto el interés en la política. Es cierto que tal vez en estos casi 13 años hemos llegado a los extremo y sé, que desde cierto punto de vista, nos hallamos ante un pueblo que puede catalogarse como apático ante todos los atropellos de los que hemos sido víctima. Pero, también es verdad que nunca antes el venezolano había estado tan informado del acontecer político del país. A pesar de que cada día nace un nuevo “Ministerio del Poder Popular para…” gran parte de la ciudadanía está al tanto de quienes los encabezan, de lo que ocurre en la Asamblea Nacional, de las leyes que están en discusión y así podríamos seguir enumerando. Sin embargo, es cierto que esa misma explosión de “conocimiento político”, donde nos conseguimos consignas, problemas, ministerios y leyes a cada hora del día, ha llevado al venezolano a un hastío bárbaro y mucho ha influido en ese “fastidio político colectivo” las interminables ocasiones en que hemos tenido que acercarnos a las urnas para ejercer nuestro derecho al voto.

Cuando cumplí 18 años, nos pusimos de acuerdo un grupo de amigos para ir a inscribirnos en el Registro Electoral. No había campaña, no había que votar para sacar a nadie, pero —en parte por faramallería, en parte por asumir una responsabilidad de adulto— nos emocionaba la idea de aportar un granito de arena para construir un país. Para esa época, votar era simplemente ejercer un derecho y un deber, oportunidad que teníamos cada 4 años y que de resto, era muy raro que nos acordáramos de ella. Quizás por esto, ejercer el voto era también una fiesta. En muchos casos un motivo de reunión, donde personas de una misma familia pero de distintas tendencias políticas, podían reunirse para ejercer su derecho al voto, hacer una parrillita y “discutir de política” (entre comillas, porque el discutir era irrelevante) mientras se esperaban los resultados. Anunciado el candidato ganador, obviamente había vencedores y vencidos, pero el tema no pasaba más allá de las caras de felicidad de unos y las caras largas de otros, difundidos, eso sí, por TODOS los medios nacionales. Esa era la política de entonces. La verdad, nadie se ocupaba mucho de debates, ni de planes de gobierno, ni de nuevos candidatos, quizás porque estábamos acostumbrados a que fuera blanco o fuera verde, tal vez porque nos sentíamos satisfechos simplemente con cumplir con nuestro deber de votar o muy probablemente, porque no había escasez, la corrupción era “moderada”, la inseguridad no era tan grave, teníamos dólares para viajar y sencillamente, la política no era “nuestro asunto”.

Dudo mucho que un venezolano común de aquella época se ocupara, por ejemplo, de cuánto era lo que se gastaba el presidente en trajes o de cuánto costaba el avión presidencial, o del despilfarro en el último viaje a una nación lejana. Hubo sus excepciones —era un poco difícil no emitir un comentario ante un regalo de un barco a un país sin costa— pero realmente, eran muy contadas.

El venezolano de antes, por ejemplo, no usaba en su vocabulario la palabra “referendum” (salvo en el caso del Esequibo) y mucho menos manejaba el concepto de “primarias”. Puedo inferir que definitivamente las cosas han cambiado, cuando mi hijo de 8 años, conoce, maneja y discute sobre ambos conceptos.

Ahora, cuando el venezolano actual se enfrenta de nuevo al reto de unas elecciones y cuando además tenemos la oportunidad y la responsabilidad de elegir de un grupo de hombres y mujeres a aquel que dará la cara por nosotros, es buen momento para pensar qué queremos para nuestro futuro: ¿queremos seguir metidos de lleno en los temas políticos como en estos últimos 13 años o queremos volver a ser los cómodos —por no decir conformistas— de antes? Yo creo que lo ideal es un punto medio. Un punto que nos permita, mantenernos informados lo suficientes para mantener la guardia alta, pero que a la vez nos de la confianza suficiente para saber, que la mayoría de los que están en el gobierno, están capacitados para hacerlo bien y que aunque alguno, de vez en cuando pueda equivocarse, no es la mayoría. Un punto que nos permita dejar a los que saben hacer su trabajo, con la convicción de que buscan lo mejor para el país.

Lamentablemente, para lograr esto, el día de hoy tenemos que ser, más que nunca, los que hemos sido estos 13 años. Desde ahora, hasta que llegue el día de las primarias, tenemos que exigir a TODOS los precandidatos de oposición lo mejor de sí. Debates, respuestas, planes, planteamientos y todo lo que sea necesario. No basta cegarnos por la simpatía con uno y apoyarlo hasta el final, hay que retarlo, hay que sopesar, hay que analizar, hay que sacar lo bueno de cada de uno, pero también lo malo, no para destruirlo o criticarlo, sino para saber a lo que nos enfrentamos. Basta de elegir al “menos malo”, es hora de elegir al MEJOR.

Sólo una reflexión…

Hace poco escribí un post donde decía que había que decirle NO a la Ignorancia, pero a la “ignorancia de vida”. Es triste toparse en la vida con personas a quienes esa ignorancia los lleva a pensar que la única manera de surgir y “figurar” es quitándole méritos a los demás. Pero es mucho más triste, saber que todavía hay personas que se dejan influenciar por esos prejuicios, basándose únicamente en las frustraciones de esos ignorantes. La vida es demasiado corta, como para dejarse llevar por las amarguras de otros y limitarnos a encerrarnos en un círculo, cuyos parámetros son impuestos por quienes “siempre tienen algo que decir”… lo lamento mucho por quienes se empeñan en quedarse allí.

#30Libros Día 30: El libro en Blanco

Uno que pueda salvar vidas…

“Porque un libro es un libro, aunque no tenga nada en él”

Me lo regaló mi ex-esposo cuando éramos novios. Me lo trajo de un viaje que hizo con su familia a Portugal. Es un libro, que tiene todas sus páginas en blanco, obviamente, para incitar a su dueño a escribir.

Me costó mucho encontrar un libro para esta categoría y decidí colocar este, porque creo que muchas veces, escribir puede liberarnos de fantasmas y tristezas que pueden llevarnos a la desesperación.

Dicen que Stephen King declaró alguna vez que en algún momento de su vida, se dijo a sí mismo que tenía dos caminos ante él, escribir o convertirse en asesino en serie. Obviamente se decidió por la primera, por lo menos que sepamos.

Isabel Allende, se ayudó en el trance de pasar por la larga y penosa enfermedad de su hija Paula, escribiendo un libro donde pudiera contarle a su hija su historia, previendo que Paula despertara del coma y no pudiera recuperar su memoria.

Muchas personas han logrado superar trances y situaciones terribles, poniendo sus historias en papel y han dejado a su vez, enseñanzas a quienes hemos tenido el tino de escoger y leer sus libros.

Quizás esta sea una elección extraña, pero definitivamente, un papel en blanco, puede ser siempre el comienzo para salvar una vida.

#30Libros Día 29: La sucesora / Carolina Nabuco

Uno que me haya robado…

Me lo robé sin querer. Tan sin querer fue que no sé de dónde me lo robé. Había ido a una feria de libros en el parque Los Caobos y había comprado varios libros. Unos nuevos, pero la mayoría usados, porque confieso que me encanta curucutear esos puestos que venden libros usados. Llegué y saqué todos los libros colocándolos sobre la mesa y allí estaba un librito con la carátula forrada con papel rojo que no dejaba ver el nombre del libro. Leí en la primera página “La Sucesora” Carolina Nabuco. Me pareció curioso, porque La Sucesora, fue una de las primeras novelas brasileras que se transmitieron en Venezuela y yo la había visto estando pequeña. De hecho recuerdo que me cortaron el cabello cortico al estilo “Pequetita”, como se llamaba uno de los personajes de la novela.

Fue un placer leerlo. A pesar de que por haber visto la novela primero, ya todos los personajes tenían voz, cara, actitud, me encantó redescubrir la novela, ahora más profundamente, con la intimidad que sólo puede darte un libro y que se pierde en las pantallas de TV. Volví a sufrir con Marina Stain. Detesté a Julianna la ama de llaves y logré vivir más o menos el misterio, gracias a que cuando transmitieron la novela, estaba yo pequeña y había mucho de la historia que no recordaba.

Fue un robo inocente, pero muy satisfactorio.

#30Libros Día 28: Vendidas / Zana Muhsen

Uno que lo haya asustado…

Este libro no me asustó porque fuese un thriller. Me asustó porque me hizo ver un mundo que no conocía, con miserias que jamás imaginé.

Vendidas cuenta la historia de dos hermanas (Zana de 15 años y Nadia de 10) hijas de una inglesa y de un yemenita, nacidas y criadas en Londres y que son enviadas por su padre a unas vacaciones en su Yemen natal. Al llegar allá, descubren que habían sido vendidas por su propio padre, para ser casadas con dos jóvenes miembros de familias del pueblo de su padre. Luego de muchos tormentos, Zana logra escapar, pero debe dejar atrás a su hermana Nadia y a su propio hijo.

Vendidas, es una historia real y desde que lo leí, me dejó impactada. Ya había leído No sin mi Hija de Betty Mahmoody y Sultana de Jean Sasson, ambos basados en hechos reales. El primero narra los sufrimientos de una estadounidense que es convencida por su esposo iraní para visitar a su familia, para luego ser retenida en este país por la fuerza. Betty logra escapar junto con su hija, tras muchas complicaciones y de poner su vida y la de la niña en peligro. El segundo, nos relata la historia de una mujer nacida dentro de la familia real saudí, que es denigrada desde niña, primero por su condición de mujer y luego por no querer regirse bajo las estrictas normas de la sociedad en la que desenvuelve.

Los tres libros, representaron para mí, el abrir los ojos ante realidades que, dentro de las libertades de nuestra sociedad occidental, nos cuesta creer como ciertas, pero que no podemos negar que están ahí, que ocurren, en esta época, en medio de todo este adelanto tecnológico que vivimos, hay países a los que sus tradiciones los mantienen en la más terrible barbarie.

Zana Muhsen escribió otro libro posteriormente “Una promesa a Nadia”. Espero tener la oportunidad de leerlo pronto, y se irá a ubicar en mi biblioteca, junto a los otros 3, para recordarme cada día que hay una realidad ante la que no podemos ser indiferentes.

#30Libros Día 27: La chica del trombón / Antonio Skármeta

Uno que le hayan regalado y no le haya gustado…

No tengo mucho que decir del libro. No es que lo arrojaría sin pensarlo en la caja de los malos, sino que simplemente, no me sorprendió. Salvo muy, muy pocos detalles, todo en su trama me pareció predecible y sin emoción alguna. No es de esos libros que, si por alguna razón debo parar la lectura, está en mi mente el correr a continuarlo.

#30Libros Día 25: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha / Miguel de Cervantes

Un libro para aprender a perder…

Me costó muchísimo encontrar un libro para esta categoría. Creo que fue la que más trabajo me dio. Fue con el único que estuve dando vueltas por varios blogs, viendo qué habían puesto otras personas y todos me parecían poco acertados hasta que llegué al de mi amiga @CarlaMariela que escogió Mujercitas de Luisa María Alcott y confieso que me dije “Rodaste… esta es la mejor elección!”. Estuve a punto de escribirle para, -descaradamente- decirle que me iba a robar su selección, hasta que recordé el último capítulo de El Quijote. Tal vez mis motivos para la selección no se adaptan del todo a la premisa, porque la realidad, es que después de leer todo El Quijote y toparse con la cantidad de fracasos de este soñador, al llegar al final y toparme con un Alonso Quijana “rescatado” por completo de su mundo de fantasías y asumiendo la realidad de su vida, pude entender como en realidad, se trataba de un gran ganador. Las líneas en la que su fiel compañero Sancho le suplica que vuelva a sus andanzas, a luchar contra sus monstruos y a seguir con la búsqueda del amor de su doncella, me hicieron darme cuenta que al final, El Quijote logró infundir en los que lo rodeaban, esa divina locura que lo acompañó durante todas sus fantásticas cruzadas, enseñando que a veces, la mejor forma de ganar, es perdiendo.

Sigo pensando que Carla Mariela fue acertadísima con Mujercitas, pero estoy contenta con mi elección de Don Quijote.

#30Libros Día 24: El Hombre que calculaba – Malba Tahan

Uno que no le prestaría a nadie…

En mi libro de lectura de 6to. grado, estaba “La Leyenda del origen del juego de ajedrez”. Al final de la lectura, se leía “tomado de El Hombre que Calculaba de Malba Tahan”. Le pregunté a mi mamá (Licenciada en Física y Matemática) si conocía le libro y me dijo que sí, que creía que casa de mi abuela había un ejemplar. Pregunté y mi abuelo, me buscó el libro. Una edición impresa en papel biblia que tenía su nombre escrito en la primera página, en tinta verde, y el año 1958. Me lo regaló. Me fascinó desde que lo leí. La poesía en muchas partes y el ingenio de Beremis Samir me encantaron.

Escrito por un profesor de matemática brasileño llamado Júlio César de Melo e Sousa bajo el pseudónimo de Malba Tahan, me encantó el lenguaje poético que utiliza para describir lo que para muchos sería el aburrido mundo de las matemáticas. Cada página es un descubrimiento y la manera de plantear y resolver los problemas, es muy ingeniosa.

Varias veces me lo han pedido prestado y varias veces he comprado alguno en una librería para obsequiarlo y no tener que decir “es que no voy a prestarte el mío porque me aterra que no me lo devuelvas”. Jeje.

Dibujaste…

Después de “Dibuja…”

Me llenaste de colores,
con trazos firmes, me hiciste
en el lienzo de mi cuerpo
mil caminos descubriste.

Con colores de tu aurora
dejaste huellas en mí,
marcaste en tinta indeleble
tus labios en mi sentir.

Crepúsculos encendidos,
montañas y amaneceres,
te sirvieron de paleta,
llenándome de placeres.

Verdes, rojos y naranjas,
con tus manos salpicaste,
las formas que con tus dedos
sobre mi vientre trazaste.

Todo un dibujo perfecto
dejaste sobre mi alma,
pinceladas de deseo
me hicieron perder la calma.

Y aunque el tiempo gris prosiga
cada día que me amaste,
dejó coloridos trazos
que con tu ardor dibujaste.

#30Libros Día 23: 24 horas en el día de una mujer / Stefan Zweig

Uno que le gustaría volver a leer en la vejez…

#30Libros Día 22: Las Flores del Mal / Charles Baudelaire

Uno de poemas (no se valen antologías)…

Por supuesto, pasaron por mi mente varios libros de poemas de amor, hasta que recordé el nombre de Baudelaire.

Lejos de escribir sobre la belleza, el amor, la nostalgia, la vida, Baudelaire le escribe a lo macabro, a la tragedia, a la noche, a la mentira, a Satán.

Así presenta Baudelaire su obra:

AL LECTOR

La estulticia, el error, la ruindad y el pecado
nos habitan el alma y nos roen el cuerpo,
y el amable dolor de pecar sustentamos
al igual que mendigos que alimentan sus piojos.

Los pecados son tercos, el pesar inconstante,
exigimos buen precio por decir nuestras culpas,
y gozosos volvemos al camino enfangado
con vil llanto creyendo lavar todas las manchas.

En la almohada del mal Trimegisto* Satán
sin cesar mece el alma hechizada por él,
y ese noble metal que es materia de nuestra
voluntad, como sabio alquimista evapora.

¡Mueve el Diablo los hilos que nos dan movimiento!
Descubrimos encanto en lo más repugnante;
día a día al Infierno paso a paso bajamos
sin horror, a través de tinieblas que hieden.

Como un pobre vicioso que devora y que besa
todo el pecho ulcerado de una vieja ramera,
de pasada robamos un placer prohibido
que exprimimos igual que una seca naranja.

En un vasto hormigueo de millones de helmintos
se solaza en la mente la legión de demonios,
respiramos y un río invisible de Muerte
baja a nuestros pulmones entre sordos lamentos.

Si el estrupo, el veneno, el puñal y el incendio
no han llegado a bordar con sus gratas falsillas
el trivial cañamazo de tan ruines destinos,
es porque, ay, en el alma no hay audacia bastante.

Pero junto a chacales, a panteras, sabuesas,
escorpiones y monos y serpientes y buitres,
monstruos todos que aúllan, chillan, gruñen rampantes
en la casa de fieras infamante del vicio,

uno sé que es aún más inmundo y maligno.
Aunque no alce la voz ni haga alardes de fuerza,
bien podría dejar arrasada la tierra
y de un solo bostezo engullir todo el mundo.

¡Es el TEDIO! Con llanto maquinal en los ojos,
imagina patíbulos mientras fuma su pipa.
Ya conoces, lector, a ese monstruo sensible,
¡oh tú, hipócrita, igual a mí mismo, mi hermano!

Definitivamente, una obra interesante…

#30Libros Día 21: Cuentos de Amor, de locura y de muerte / Horacio Quiroga

Uno de cuentos (no vale antologías)…

Este libro contiene 3 de los cuentos que más me han impactado: El almohadón de plumas, La Gallina degollada y El alambre de púas.

Quiroga impresiona, porque parece que nunca ninguno de sus personajes terminara feliz, sin embargo, tiene la capacidad de hacernos vivir y sentir sus cuentos.