lunes, 31 de enero de 2011

Descubrimiento...

Nunca lo supiste, pero aquel día mi vida cambió. O más bien, la forma de ver mi vida cambió. Una forma de cambio que sólo puede ocurrir cuando te encuentras frente a un espejo y eres capaz de reconocerte no por lo que sabes que eres, sino por todo aquello que te has negado ser o que tal vez siempre has querido ser y nunca te atreviste. Si hubieses podido ver la transformación que en mí causaron cada una de tus palabras, habrías visto mi piel erizarse a medida que se volvía más tersa, más cálida. Habrías visto dibujarse una sonrisa en unos ojos que habían olvidado cómo sonreir. Te habrías dado cuenta de cómo iba dejando caer la sábana que me abrigó durante la noche, simplemente por la necesidad de mi cuerpo de volver a sentirse libre. Cada letra, marcaba el comienzo de una aventura, la de tener la certeza de haber encontrado aquello que muy en el fondo de mí, sabía que existía en alguna parte, pero que jamás creí encontrar realmente. Sentí, por primera vez en mucho tiempo lo que significa “pertenecer”, a pesar de que aquellas paredes, aquella cama, aquella vista, eran totalmente ajenas a mí. Perdí la noción del tiempo. Las horas, los minutos, los segundos, eran ya algo sin importancia, sólo importaba cada una de esas palabras que me acercaban más, aunque aún distante, a ese ideal con el que siempre soñé, pero el que estaba segura, era condenado a vivir por siempre allí, en ese momento en el que no sabía si estaba del todo dormida o despierta. Allí donde cada noche te encontraba para vivir efímeros momentos que se desdibujaban cuando mi mente, renuente, entraba en un sueño profundo.
Era fácil adivinar que no te percatabas de todo aquello. Después de todo, era el final de mi búsqueda, no de la tuya, era mi sueño el que se materializaba allí, expuesto en palabras que estoy segura salieron de ti con mayor naturalidad, mientras para mí encajaban en una historia que había tratado de construir mil veces, pero que siempre quedaba inconclusa, porque jamás había podido descifrar el enigma de quién eras.
Muchos amaneceres se han sucedido desde aquel. Muchas palabras se han sumado a mi historia. Sigo tratando de alcanzar esos momentos que aparecen, reales, pero que se me escapan de las manos cuando el cansancio me vence y no puedo evitar quedarme dormida. Sólo una cosa ha cambiado, una que hace que cada paso sea un triunfo y que cada noche, tenga más deseos de soñar hasta algún día lograr alcanzar mi realidad y convertirme en la tuya. Y es que ahora sé que existes.

jueves, 13 de enero de 2011

Final...

Mientras me hablabas yo te miraba.
Lo hacía fijamente, quizás queriendo decir con una mirada, todo lo que en palabras no sabía decir.
Tus palabras se convirtieron en sonidos que fueron guiándome hacia la profundidad de tus ojos.
Me perdí en el recuerdo de tus propios ojos, amándome mientras tus manos me recorrían, haciéndome sentir oleadas de angustia y placer que iban y venían al ritmo de mis pulsaciones que se aceleraban y desaceleraban.
Un remolino de sensaciones se entremezclaban a medida que recordaba todas las distintas formas de mirarme: miradas cálidas, miradas dulces, miradas duras... miradas capaces de leerme y de intuirme aún antes de que mi propio ser tuviese conciencia de lo que sentía.
Los sonidos fueron llegando de nuevo a mis oídos, sacándome de la abstracción en la que estaba, poco a poco quedaron atrás las sensaciones de tus manos, de tus besos, de tu piel.
Tus palabras se volvieron claras aunque todavía mi mente nublada de tanto sentir no procesaba su significado. Poco a poco se fueron formando mientras mis ojos te veían alejarte.
"Se terminó..."