jueves, 22 de septiembre de 2011

Me mudé...

Después de mucho pensarlo, me mudé a Wordpress... nada contra Blogspot y aquí quedará este blog para el el recuerdo. Pero si quieren leer nuevos post, estoy ahora en http://tutudominguezpalabrasmas.wordpress.com

viernes, 12 de agosto de 2011

Unfollow a la Ignorancia...



Acostumbro los “Viernes de FollowFriday” en Twitter, hacer un No#FF, donde expreso simplemente mi opinión con respecto a conductas y procederes, que desde mi punto de vista, son negativos.

Para el No#FF de hoy, no me bastan 140 caracteres y por eso decidí hacerlo desde aquí. Además, creo que no basta con no darle #FF, considero que hay que erradicarlo, darle Unfollow o Block y Spam si es necesario, pero no solo de Twitter, sino de la vida de cada uno de nosotros.

Mi No#FF de hoy es para la ignorancia. Pero no esa “Falta de ciencia, de letras y noticias, general o particular”, como lo define la RAE, sino la ignorancia de vida. La ignorancia que producen los prejuicios, la falta de convivir —que no de cohabitar—.

Esa ignorancia que te hace pensar que son tus prejuicios los que rigen el mundo de los demás. Que te hace burlarte de las actitudes o vidas de otros, sin darte cuenta que esas burlas lo que demuestran es la gran “ignorancia” de la que eres víctima.

Esa que hace que te rías de ti, pero no como ejercicio de aceptación o por inteligencia, sino simplemente para evitar que los demás lo hagan.

Esa ignorancia que hace que estés tan enfocado en tratar de ofender a otros, que no te das cuenta, que en realidad la batalla la libras contra ti mismo, con tus propios fantasmas, con tus propios prejuicios y complejos y que te hace sentir triunfador con cada ofensa, cuando en realidad el otro ni siquiera te está mirando.

Esa ignorancia que hace que “decidas” hacer suposiciones sobre la vida que otros llevan, solamente porque son las que se acomodan mejor a tu prejuicio de turno y que no te permite ver la muy triste realidad, que es simplemente que, dentro de tu gran ignorancia, necesitas subestimar a otros para poder sentirte superior, sin darte cuenta que esa actitud no te deja evolucionar, porque es imposible crecer cuando pasas tu vida comparando y escudriñando la vida de otros.

Vive y deja vivir, y sencillamente dale Unfollow a la ignorancia.

lunes, 8 de agosto de 2011

Tío Simón es Venezuela...


Imagen cortesía de @meollocriollo


Crecí en una familia donde todas las reuniones terminaban en parranda en musical. Mis tías —tanto paternas como maternas— tocan guitarra. Mis abuelas escribían letras bellísimas a las que mi tía Yayi les ponía música. La música siempre ha estado presente en mi familia y las canciones de Simón Díaz son un recuerdo bellísimo de mi infancia. Una de mis favoritas fue siempre la de El Loco Juan Carabina, me causaba una especie de melancolía que era difícil para mi describir. Confieso, que si tuviese que elegir una canción del tío Simón, jamás sería Caballo Viejo, no es que no sea hermosa y entiendo que sea su canción más famosa, pero siempre he pensado que si ese “mundo” pudiese oír canciones como la “Tonada del cabrestero” o “Mercedes”, Caballo Viejo quizás no sería tan popular. Lo sublime de las letras de Simón Díaz, esas melodías que nos hacen sentir el olor a tierra, las luz del primer lucero, el sabor de la leche recién ordeñada, hace que el venezolano sienta su tierra en lo más profundo de su ser.

En una oportunidad, tenía yo como 16 años, me encontraba haciendo un viaje por los EEUU y Canadá. Estaba específicamente en la ciudad de Toronto y tenía 18 días fuera de Venezuela. Bajamos a cenar en el Hotel en que nos encontrábamos y al entrar al restaurante me quedé paralizada. Había un pianista, en un enorme piano de cola que tocaba las notas de “Mi Querencia”. Confieso que la emoción me invadió. No era sólo el estar tan lejos de mi país y oír algo que me lo recordaba, era la maravilla de escuchar una canción que siempre me pareció tan hermosa, en un ambiente totalmente fuera de contexto e interpretada en un instrumento que no era el usual, pasó de ser hermosa para mí a simplemente brillante. Mi mayor sorpresa fue cuando me acerqué a hablar con el pianista, no era venezolano. Era una alemán que había vivido en Venezuela 6 meses y que se enamoró de la canción cuando ni siquiera hablaba el español suficiente como para entender su letra, pero me contaba que la buscó e inmediatamente aprendió a tocarla, luego aprendió su letra y desde allí la incluyó en su repertorio. Me explicaba que aunque mucha gente no entendía su letra, siempre había un comentario con respecto a la canción, porque a la gente le impactaba la melodía. Y luego de contarme que se volvió fanático de Simón Díaz, agregó una frase que siempre, siempre recordaré “Pasé días felices en tu país y siempre llevo la música de Simón Díaz conmigo, porque oír su música no es recordar un país, es estar en Venezuela. Simón Díaz es Venezuela”.

Feliz Cumple Tío Simón! Gracias por el país hermoso que nos regalas en cada una de tus canciones!

miércoles, 27 de julio de 2011

Sumar y no restar...

Leyendo el artículo “No me hablen mal de los venezolanos!” de María Denisse de Capriles publicado el día de hoy en El Universal (excelente por cierto, artículo que TODO venezolano debería leer. Les dejo el link http://ow.ly/5OShe ), no pude menos que hacer la reflexión de que, lamentablemente, no son sólo un grupo de venezolanos que están fuera los que se han dedicado a hablar mal de su país y de sus propios coterráneos, muy tristemente, dentro de nuestras mismas fronteras, encontramos día a día quienes se empeñan en desmerecer el trabajo de hormiguita que muchos llevan adelante por hacer crecer este maravilloso país.

Me canso de leer en Twitter todos los días, comentarios de personas que desacreditan a otras únicamente porque su forma de “trabajar por el país” no es la misma que ellos llevan a cabo, o porque la consideran simplemente “políticamente incorrecta”.

Leo timelines de personas que pasan todo el día despotricando del gobierno, de la oposición, de la intolerancia, del odio, de los que protestan, de los que no protestan, de los que hablan de Chávez, de los que no hablan y de cualquier cosa de la que sea posible quejarse en la vida —y de las que no también— pero cada vez que pueden asoman el comentario de tener las elecciones del 2012 como “tope” de su estadía en el país.

Leo también críticas —directas y al aire— hacia las personas que no tienen su TL lleno de protestas o de “yo hice”, “yo fui”, “yo apoyé” o que simplemente “osan” —según criterio de estos personajes— de tomar la decisión de utilizar SU Twitter, y lo recalco de nuevo SU Twitter para hablar de lo que les provoque, que no necesariamente sea de la última cadena de Hugo Chávez. Pero que se olvidan de que el botón de unfollow existe cuando recuerdan que esto puede implicar el que la lista de followers disminuya. Es pereferible criticar sin dejar rastros.

Pues voy a decirles algo, nunca antes había conocido ni tenido tanta gente cerca que cada día, no es un granito de arena lo que ponen por el país, sino un cerro completo —y no me refiero únicamente en el ámbito laboral—, dedicándose a su trabajo al máximo, sino también en apoyo a todo el movimiento gigantesco que se está haciendo por sacar el país adelante. Y ¿saben qué es lo más interesante? Que no ponen una sola letra en Twitter o en red social alguna para decir lo que están haciendo, porque lo que quieren no es figurar, es trabajar.

“Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda hace”, dice la Biblia. “Porque esto sólo se trata de alarde”, le agrego yo.

Desgarrarse las vestiduras en las redes sociales y subir fotos de cuanta marcha, protesta, huelga, y un largo etcétera ocurran, no significa que estás trabajando y construyendo un país, cuando por otro lado criticas y destruyes cualquier iniciativa que otros han tenido.

El principal enemigo que este país tiene dejó de ser Chávez hace rato. Él mismo, muy inteligentemente, le cedió su puesto a la división. Mientras cada venezolano se empeñe en halar hacia el lado que más le convenga, todos los esfuerzos serán en vano. Y el principal alimentador de esa división es la crítica sin sentido, porque con esto sólo logramos separar lo poco que sigue unido.

Coincido con María Denisse de Capriles en que nunca había habido tantos venezolanos echándole pichón por el país hermoso que tenemos, lamentablemente, tampoco nunca había habido tanta división en nuestras propias filas.

Leí un post hace unos meses de Carmen Padrón llamado “Tolerancia cero. Literalmente” (http://ow.ly/5ORvU) en el que hablaba de que no estaba de acuerdo con la tolerancia, porque tolerantes eran esas “personas que ven lo que pasa de reojo. compadecen al ‘afectado’ y hablan de su ‘desgracia’ a su espalda” . Estoy de acuerdo. Venezuela no necesita “tolerancia”, Venezuela necesita “convivencia” donde todos aceptamos que no somos iguales y aprendemos a vivir con las opiniones diferentes de los demás y con sus diferentes procederes, sin que consideremos que esas diferencias constituyan un limitativo del amor que se tiene por el país o de las ganas de trabajar por él.

Venezuela necesita trabajo en equipo, uno en el que apoyemos las iniciativas comunes, pero en el que también entendamos que muchas personas hacen su mayor esfuerzo y que no es medidor de si es más o menos efectivo que otro, el que sea publicado en Twitter con bombos y platillos para que el mundo se entere de que estoy haciendo algo.

Venezuela necesita grandeza, pero el venezolano necesita, más que nunca, humildad. La humildad de reconocer que el trabajo individual es importante, importantísimo, pero que sólo nos ayudará a salir de esto el trabajo en equipo. Que a veces, el mejor aporte que podemos hacer por lograr la unidad, es guardarnos nuestra opinión si vemos que sencillamente sólo destruye y no aporta nada.

Venezuela necesita quien sume, no quien reste.

No soy dueña de la verdad, pero es mi humilde opinión.

lunes, 25 de julio de 2011

La Caracas de Billo



Crecí con las canciones de Billo. Eran repertorio infaltable que "Las Hermanitas Veracoechea" (grupo familiar formado por mis tías y mi mamá) jamás dejaba de lado. Por supuesto, también crecí con las anécdotas que acompañaban esas canciones...

"Me han quitado a mi Caracas, compañero, poco a poco se me ha ido mi ciudad, la han llenado de bonitos rascacielos, y sus lindos techos rojos ya no están..."


La imagen de una Caracas engalanda con techos rojos, donde las "cuerditas" de muchachos engominados se reunían en las esquinas o en la que las muchachas salían a pasear por La Planicie, para llamar la atención de algún mozuelo, ya era lejana en mi infancia.

Imaginar una ciudad tan hermosa que inspirara a un extranjero a escribir las bellezas que Billo decía sobre Caracas, era ya para mí algo mágico. Las historias de mis tías, mi mamá y mi abuela, me hacían soñar con aquel Isidoro que encaramado en su carreta de caballos, regalaba serenatas a las damas en nombre del amor platónico inspirado a algún caballero.

Y es que esa Caracas majestuosa, digna Sultana del Avila, debe haber sido un espectáculo maravilloso, tanto como para que Billo hablara de poner "cuerdas de oro" al arpa, solo para poder cantarle.

Recuerdo, cuando Billo murió, a un grupo de caraqueños que se apostaron por donde pasarian su restos, para rendir un último homenaje a aquel hombre que tanto amó Caracas y cantar "el último compás de alma llanera" como decía su canción.

Y hoy me pregunto ¿qué diría Billo si viera la ciudad que tenemos ahora? Una Caracas que aunque para mí sigue siendo única, se encuentra tan golpeada y maltratada, no sólo por cantidades de gobiernos, sino por nosotros mismos que habitamos en ella.

Y pensándolo bien, creo que hoy, día de su cumpleaños, Billo podría dentro de todo, encontrar esa parte hermosa (siempre latente) que nuestra ciudad sigue encerrando. Le cantaría por ejemplo, a las bandadas de loros y guacamayas que todas las tardea a las cinco sobrevuelan la ciudad, retornando a sus nidos. O a la experiencia única de ver el Jardín Botánico y el Parque los Caobos desde la Terraza de la GAN. O tal vez, a sentarse en Los Galpones a ver a una película al aire libre. Pero estoy completamente segura, que el Cantor de Caracas, encontraría mil razones para cantarle a su Caracas. Mil razones que los caraqueños de hoy, inmersos en el día a día de nuestra ciudad, nos negamos.

Particularmente, sigo amando mi ciudad, el amor a Caracas que las canciones de Billo inculcaron en mi infancia sigue intacto. Y aunque sé que la Caracas del Roof Garden y La Suiza no volverá, espero que mis hijos puedan disfrutar de una ciudad hermosa que vuelva algún día a vestir sus galas de Sultana y de nuevo se convierta en la sucursal del cielo, de ese cielo que cada atardecer pareciera venir a visitarla y a conversar con el Avila y bañándolo de esa luz especial que hace que cada caraqueño lleve a su ciudad grabada en el alma, sin importar en que lejano sitio del mundo se encuentre.

lunes, 18 de julio de 2011

Una novela a la venezolana…




Todo el país esperando por un juego. No es que nunca hubiésemos estado pendientes de un juego de la selección, es que por primera vez, nos permitimos tener la certeza de una contundente victoria y no la esperanza de un golpe de suerte. Venezuela (el país) se sentía triunfadora y por primera vez le infundimos a Venezuela (el equipo) la seguridad que da el apoyo incondicional.

La preparación daba sus frutos en cada jugada. La confianza lo hacía en el ambiente.
Vimos un equipo que no se sintió sorprendido ante su desempeño y no por egolatría o por considerar al rival como pequeño, simplemente porque se sentían capaces, preparados y con la victoria en la mente.

Resultó al final que Venezuela efectivamente escribió su propia novela. Se volvió protagonista gracias a la acción de Vizcarrondo, dejando al mundo en el clímax del medio tiempo a la espera del desenlace. La trama se volvió drama ante los ataques de un Chile que volvió en el segundo tiempo dispuesto a reclamar lo perdido, lo que consideraba suyo. El país entero estuvo en vilo con los disparos de Sánchez a la portería de Renny Vega. El tan anhelado gol de Chile se consumó en el minuto 69. Pero lejos de ver un equipo conformista, Venezuela se creció, retomando de nuevo la orquestada (y calmada) sincronización del primer tiempo para lograr, en una excelente jugada de Arango, que Cíchero cristalizara el desenlace por el que todo un país esperaba. El final de la novela. La victoria Vinotinto.

Pero la trama era más complicada de lo que parecía. El triunfo de Venezuela sobre Chile no solo significaba el paso a semifinales, ni el mayor y mejor precedente para obtener el respeto por el que tanto ha trabajado el equipo. La derrota de la oncena roja brindó a un país dividido la esperanza de la unidad. Nos recordó como el esfuerzo y el trabajo en equipo siempre rinde sus frutos. Nos enseñó que las Cenicientas pueden ser reinas, cuando se tienen sueños y esperanzas y se trabaja por hacerlos realidad. Y sobretodo nos gritó, con el sonido de un Gol, que el respeto se gana con valentía, con confianza y sin bajar la cabeza.

Siempre hemos hecho novelas. Aprendimos a hacer futbol. Propongámonos aprender a hacer país.

lunes, 23 de mayo de 2011

El mundo no se acabó... acabemos con él!



Las declaraciones de Harold Camping sobre el inminente fin del mundo este 21 de mayo a consecuencia de un evento con características de cataclismo, causó mucho revuelo, aunque quizás no del todo en la forma en la que Camping hubiese deseado.
Twitter se inundó de HT donde la gente exponía lo que quería hacer “antes del fin del mundo”. Cadenas por cualquier tipo de medio tecnológico nos volvieron locos durante varios días. Chistes, por montones, eso es inevitable. Y por supuesto, la preparación mundial de ciertos grupos fieles creyentes de que la humanidad está descarriada y de que un evento con las características de la destrucción de Sodoma y Gomorra sería la mejor lección para el ser humano.
Sin embargo, nada pasó. Por lo menos no nada distinto a los que estamos “acostumbrados”.
Ahora, haciendo una reflexión, pienso que sería muy interesante si la humanidad se hubiese tomado más a pecho, no el pensar en un evento al mejor estilo diluviano que borrara a la humanidad de la faz de la Tierra, sino las razones que podría tener un “ente superior” para eliminarla. Y, siguiendo en la reflexión, se me ocurrió que sería aún mucho más interesante, que la misma humanidad amenazada, se pusiera de acuerdo para acabar con el mundo. Y ojo, no estoy hablando de terrorismo, ni daños ambientales, ni nada que se le parezca. Me refiero a acabar con el mundo, tal y como lo conocemos.
Mucha gente pensó que Nostradamus se había equivocado categóricamente cuando anunció que para el siglo XX el mundo “sería más pequeño”. La gente pensó —para variar— que esto supondría que el mundo se reduciría, de nuevo por un cataclismo y que esto de alguna manera afectaría las zonas habitadas y por ende a la población. Cuando el evento “esperado” nunca llegó (luego de haber pasado por amenazas de cometas, por daños en la capa de ozono, por calentamiento global, por cascos polares derretidos, y un muy largo etc.), se desestimó la ya discutida veracidad de Nostradamus y —luego de respirar en son de alivio— el tema se olvidó y la humanidad siguió adelante. Pero, les pregunto ¿no es ahora el mundo MUCHO más pequeño? ¿No han hecho todas las nuevas tecnologías que nuestro mundo se redujera de una manera bárbara? Entonces, sí, el mundo es más pequeño, a lo mejor no concuerda con la interpretación que le dimos a las palabras de Nostradamus, pero en resumidas cuentas, el señor no se equivocó.
Entonces, volvamos a la idea de acabar con el mundo. No en el sentido estricto y literal de la expresión, sino con una interpretación mucho menos apocalíptica y mucho más constructiva. Que interesante sería, que la humanidad tomara esta nueva “oportunidad del mundo” y decidiera reinventarlo. Y no es tan difícil en realidad, con que cada uno de los habitantes de este planeta hiciese un cambio radical en su forma de pensar y por supuesto, lo aplicara, tendríamos un mundo nuevo. Bastante nuevo para decir verdad. No creo que ningún cataclismo pueda ganarle a la fuerza renovadora de siete mil millones de personas que decidieran pensar distinto. Siete mil millones de personas que decidieran patear un prejuicio, ayudar al vecino, erradicar la envidia, adoptar a un niño, cuidar el ambiente, dejar de decir mentiras, olvidar el odio, trabajar por un país, pensar en conjunto, amar, ser feliz y miles de cosas más que podrían hacerse para “acabar con el mundo” y empezar con uno nuevo.
Entonces, mientras la humanidad se prepara para esperar el “próximo fin del mundo” anunciado por lo mayas, yo decidí prepararme para acabar con el mundo hoy. Por lo menos con el que hasta ahora había sido el mío.
¡Feliz Fin de Mundo para todos!

miércoles, 18 de mayo de 2011

Hannah Montana creció...




“Mamá! Viene Hannah Montana!”, me gritaron mis hijos de 7 y 5 años luego de ver la promoción del concierto, emocionados ante la oportunidad de ver a su “ídolo” —porque a esa edad eso es lo que es un artista que nos gusta— cantando en vivo y de “cerca”. Madre al fin, comenzó la planificación para llevar a los muchachitos a su primer concierto.
Gracias a las buenas gestiones de mi madre, fue posible conseguir 4 entradas en una zona “privilegiada” y con esto no me refiero tanto a la cercanía del escenario —a pesar de que conseguimos ubicarnos en la fila 32, así que estábamos cerquita— sino al hecho de que fuera en sillas, ya que se imaginarán que pegarse un concierto de ese estilo con dos niños chiquitos y de pie, no me causaba ninguna emoción.
Llega por fin el día. Luego de convencer a mi hija de que la idea de llevarse la peluca de Hannah Montana no era muy buena y de que era preferible los pantalones largos, la chaqueta de frío y las botas de lluvia, a la faldita y las medias pantys que pensaba ponerse, salimos a las 3 de la tarde hacia la Universidad Simón Bolívar, en medio de una Caracas colapsada por la lluvia interminable y algunas protestas, de las que suelen empezar el día y la hora menos esperado, en nuestra querida ciudad. Salimos pues, mis dos hijos, mi amiga Maru Menechey y yo, rumbo a cumplir el sueño de ver en el escenario a Hannah Montana.
Les confieso que hacía mucho tiempo que no veía tanto color rosado junto, en una gama que abarcaba todas las tonalidades posibles y en prendas tan varias, como el tono de los gritos de niños emocionados que se veía por doquier.
Las entradas “Premium” nos aseguraban sillas numeradas, por lo que la cola para entrar a nuestra zona, no era ni remotamente tan larga como la de los padres que les tocó la zona de “Gradas” y “General”. Nunca en mi vida había visto tantas caras de “todo sea por el amor a los hijos” reunidas en un mismo sitio. Bandanas, franelas, chapitas, llaveros, fotos, afiches, pasaban de manos de vendedores a manos de niños y adolescentes, previa intervención de las billeteras de los padres resignados a gastar un dinerito adicional, luego de haber pagado las cifras astronómicas de las entradas, en las distintas ubicaciones. Creo que las compañías organizadoras deberían considerar una especie de “pase de cortesía” para los padres que llevamos a nuestros hijos. Sería justo y necesario.
Comienza el concierto y se monta Lasso en el escenario, luego de ya casi 3 horas de escuchar como si fuese un disco interminable “¿Mami, cuánto falta?”. Y les garantizo que no era sólo de la boca de mis hijos que lo escuchaba.
El muchacho lo hace bien, canta bien, tiene presencia y logró que la gente intentara corear canciones que no se sabía, aunque su intento por comunicarse con el público fue marcado por la falta de experiencia ante el manejo de multitudes y lo llevó a hablar únicamente de Miley Cyrus. Pero se le puede dar el beneficio de la duda, en cuanto a llegar a ser un artista con presencia se refiere.
Por fin, la frase tan esperada por la multitud de niñas, niños y adolescentes llegó (y estoy segura que por muchos padres, madres y representantes también) “Y ahora los dejo con Miley Cyrus…!”. Mientras el tropel de gente sobre el escenario hacía los cambios pertinentes, un “Miley, Miley, Miley…” ensordecedor debido a lo agudo de las voces que lo pronunciaban inundó la noche, en medio de un frío que ya había comenzado a transformarse en calor por la emoción y bajo una noche con amenaza de lluvia, que gracias a los poderes mentales de todos los padres que nos encontrábamos allí reunidos, nunca se concretó.
Imágenes de una ciudad en la pantalla, luces de distintos colores y los sonidos de un helicóptero y —por fin— Miley Cyrus apareció en el escenario. El problema era que los niños pequeños no la vieron porque la multitud de adolescentes montados sobre las sillas, formaron una barrera que les hacía imposible ver, ni siquiera las pantallas. Los gritos con el nombre de la cantante, se transformaron en un rumor de llanto acompañado de “Mami/Papi no veo!”. El desespero de los chiquitos —y por supuesto también el pensamiento de “yo no pagué un dineral para que no vieran”— hizo que casi a la misma vez, todos los padres, madres, representantes —y en mi caso mi amiga Maru— cargáramos con nuestros muchachos al hombro para que pudieran ver a una Hannah vestida con un short de cuero negro, botas altísimas, ligueros y corset, pero… Epa! Esta no es Hannah Montana!... no, no lo era, era Miley Cyrus. No sólo su ropa dejó clarísimo que no lo era, también su música. De la empalagosa melodía de “You got the best of worlds” —que por cierto no cantó— con la que siempre abría sus conciertos, pasó a una rockerísima “Liberty Walk” que si bien muchos de los chamos grandes se sabían, dejó con los ojos claros y sin vista a los más chiquitos. Ni hablar de cuando la cantante decide hacer un homenaje a los “ídolos que la inspiraron” y se lanza a cantar “Smells like teen spirit” de Nirvana. No sé quiénes se sorprendieron más, si los padres viendo a Hannah Montana cantando un muy buen cover de esta canción, o los niños al ver que todos los padres cantábamos una canción que ellos no se sabían. Miley se metió al público en el bolsillo. A este punto, y luego de unos cuantos cambios de vestuario, todos en la misma onda sugerente, los padres —y léase “padres”, en masculino— estaban también encaramados en las sillas intentando ver a la Miley de 18 años y no a la Hannah de 12 que habían ido casi obligados a ver. Los chamos deliraban, olvidado ya el shock inicial de una Hannah que ya no era Hannah, al ver a los adultos siendo partícipe de la misma onda en la que ellos estaban.
En resumidas cuentas, Miley cantó 19 canciones. Hannah cantó solo una, “The Climb”, pero creo que esta bastó para que se reivindicara con su público infantil. Por lo menos con el que todavía quedaba despierto.
Hoy, mi cuello paga el haber tenido a mi hijo de casi 8 años, durante casi dos horas apoyado en mis hombros mientras estaba parado en el respaldar del asiento de adelante. Supongo que Maru debe estar igual, porque sin pensarlo se caló las dos horas con mi hija de casi 6 montada en sus hombros. Pero creo que la cara de felicidad de los dos y el compartir un momento que cerró bastante una brecha generacional en asuntos de música, valió la pena.
Ahora, de lo que sí no cabe duda, es de que al igual que Britney Spear, Cristina Aguilera, Hillary Duff, Ricky Martin, Lindsey Lohan e incluso la siempre niña Shirley Temple, Hannah Montana creció y ahora es simplemente Miley Cyrus —SmileySexyMiley—. Pero bueno, eso es inevitable.

martes, 10 de mayo de 2011

Nada...

¿Qué sientes?
Nada


Un “nada” que invade el alma.

Uno que la hace sonreir, que la hace enternecerse como nunca lo había hecho.

Uno que vive de ilusiones que cada mañana intenta guardar para que no se reflejen en sus gestos, en sus palabras. Para que en sus ojos no se vea esa esperanza lejana, que en el fondo siempre guarda.

Uno que da vida, felicidad.

Que regala amor porque hace que cada fibra de su ser vibre.

Que prefiere no buscarse en la profundidad de una mirada, que sabe que está llena de “todos”, distantes, ajenos, que no le pertenecen.

Uno que se emociona con roces, con gestos, con palabras y que los guarda con amor para hacerse cada vez más grande.

Uno que sabe que dejará de ser, pero nunca de sentir…

¿Qué sientes?
Nada.

jueves, 10 de marzo de 2011

Entender...

Decidí que no quiero entenderte. No me malinterpretes, no es que no me importes ni que no quiera conocerte, es que no me interesan tus razones de ser como eres. No quiero entender ya por qué te adentras en mi mundo, más bien me interesa ahora conocer cómo te mueves en él. Realmente me importa ya muy poco tus razones para recorrer los caminos que transitas, decidí que prefiero sentir lo que en mí provoca ese transitar. No me interesa entender por qué me miras de la manera en que me miras, prefiero dedicarme a perderme en lo profundo de cada una de esas miradas. No perderé más tiempo intentando entender las razones que tienes para estar hoy y mañana no, porque realmente lo que me importa es disfrutar cada segundo de ese lapso intermedio. No volveré a preguntarme qué siente tu piel cuando no estás conmigo, es más interesante para mí describir lo que siente la mía con sólo percibirte. Y es que haciendo un balance, he perdido demasiado tiempo entendiéndote cuando lo que me interesa en realidad, es quererte.

viernes, 4 de febrero de 2011

Preguntas...

¿Cuándo decidió mi piel que sólo sentiría tus manos?
¿Cómo se empeñaron mis labios en recorrer sólo tu cuerpo?
¿Dónde te encontró mi cuerpo para temblar sólo con tus besos?

Si te encuentras tan lejos.
Si no estoy en tu camino.
Si mi alma ha vagado vidas enteras esperando encontrarse con la tuya.

Pero fueron tus manos las que enseñaron a mi piel.
Y fue tu cuerpo el que sedujo a mis labios.
Y fueron tus besos los que erizaron a mi cuerpo.

¿La respuesta?
No hay abismo más grande que la distancia entre dos cuerpos,
cuando es sólo un corazón el que siente.

lunes, 31 de enero de 2011

Descubrimiento...

Nunca lo supiste, pero aquel día mi vida cambió. O más bien, la forma de ver mi vida cambió. Una forma de cambio que sólo puede ocurrir cuando te encuentras frente a un espejo y eres capaz de reconocerte no por lo que sabes que eres, sino por todo aquello que te has negado ser o que tal vez siempre has querido ser y nunca te atreviste. Si hubieses podido ver la transformación que en mí causaron cada una de tus palabras, habrías visto mi piel erizarse a medida que se volvía más tersa, más cálida. Habrías visto dibujarse una sonrisa en unos ojos que habían olvidado cómo sonreir. Te habrías dado cuenta de cómo iba dejando caer la sábana que me abrigó durante la noche, simplemente por la necesidad de mi cuerpo de volver a sentirse libre. Cada letra, marcaba el comienzo de una aventura, la de tener la certeza de haber encontrado aquello que muy en el fondo de mí, sabía que existía en alguna parte, pero que jamás creí encontrar realmente. Sentí, por primera vez en mucho tiempo lo que significa “pertenecer”, a pesar de que aquellas paredes, aquella cama, aquella vista, eran totalmente ajenas a mí. Perdí la noción del tiempo. Las horas, los minutos, los segundos, eran ya algo sin importancia, sólo importaba cada una de esas palabras que me acercaban más, aunque aún distante, a ese ideal con el que siempre soñé, pero el que estaba segura, era condenado a vivir por siempre allí, en ese momento en el que no sabía si estaba del todo dormida o despierta. Allí donde cada noche te encontraba para vivir efímeros momentos que se desdibujaban cuando mi mente, renuente, entraba en un sueño profundo.
Era fácil adivinar que no te percatabas de todo aquello. Después de todo, era el final de mi búsqueda, no de la tuya, era mi sueño el que se materializaba allí, expuesto en palabras que estoy segura salieron de ti con mayor naturalidad, mientras para mí encajaban en una historia que había tratado de construir mil veces, pero que siempre quedaba inconclusa, porque jamás había podido descifrar el enigma de quién eras.
Muchos amaneceres se han sucedido desde aquel. Muchas palabras se han sumado a mi historia. Sigo tratando de alcanzar esos momentos que aparecen, reales, pero que se me escapan de las manos cuando el cansancio me vence y no puedo evitar quedarme dormida. Sólo una cosa ha cambiado, una que hace que cada paso sea un triunfo y que cada noche, tenga más deseos de soñar hasta algún día lograr alcanzar mi realidad y convertirme en la tuya. Y es que ahora sé que existes.

jueves, 13 de enero de 2011

Final...

Mientras me hablabas yo te miraba.
Lo hacía fijamente, quizás queriendo decir con una mirada, todo lo que en palabras no sabía decir.
Tus palabras se convirtieron en sonidos que fueron guiándome hacia la profundidad de tus ojos.
Me perdí en el recuerdo de tus propios ojos, amándome mientras tus manos me recorrían, haciéndome sentir oleadas de angustia y placer que iban y venían al ritmo de mis pulsaciones que se aceleraban y desaceleraban.
Un remolino de sensaciones se entremezclaban a medida que recordaba todas las distintas formas de mirarme: miradas cálidas, miradas dulces, miradas duras... miradas capaces de leerme y de intuirme aún antes de que mi propio ser tuviese conciencia de lo que sentía.
Los sonidos fueron llegando de nuevo a mis oídos, sacándome de la abstracción en la que estaba, poco a poco quedaron atrás las sensaciones de tus manos, de tus besos, de tu piel.
Tus palabras se volvieron claras aunque todavía mi mente nublada de tanto sentir no procesaba su significado. Poco a poco se fueron formando mientras mis ojos te veían alejarte.
"Se terminó..."