domingo, 21 de noviembre de 2010

Desde Cuando... (Alejandro Sanz en Caracas)

Una luna llena espectacular rodeada de un círculo blanco que sólo mostraba el empeño de la naturaleza por contener la lluvia para darnos una noche perfecta, fue la mejor antesala a uno de los conciertos con mayor sentimiento a los que he ido en mi vida.
Ni la amenaza de lluvia ni el frío, evitaron que una Caracas que esperó seis años para volver a oirlo cantar se creciera y se emocionara ante un escenario donde se desbordó talento, cordialidad, luces, pero sobretodo emoción. Cada canción fue coreada y aplaudida por un público delirante, pero más aún, cada palabra dicha fue recibida con la alegría de quien ve a un amigo a quien se tenía tiempo que no se veía. "Caracas, ni en mis sueños mi gira pudo tener un final más perfecto...estar aquí", decía con la emoción que no se puede fingir ni esconder, porque es la emoción que miles de personas sintieron como verdadera y sincera.
Lo increíble del concierto, no fue que cantáramos sus canciones hasta quedarnos sin voz, que nos estremeciéramos con los sonidos de siempre, con las letras bellísimas. Ni siquiera fueron sus palabras que salían atropelladas como cuando no sabes qué decir ("Escribí dos discursos bellísimos, pero ya se me olvidaron...") Lo más emotivo del concierto, fueron sus silencios. Lo que no dijo porque las lágrimas no dejaron salir palabras, cuando aferrado a una bandera de Venezuela escuchaba a las miles de personas que allí estábamos decirle "Sí se pudo!".
Caracas tiene ojeritas, como él mismo lo dijo, pero las de hoy, son por el trasnocho del reencuentro con un amigo. Ojeritas de felicidad y de agradecimiento. Esperemos que la próxima vez sea muy pronto y que "el jefe" (señalando el cielo) permita que escuches una leve diferencia en la forma en que cantemos tus canciones, que sumada a la emoción de verte de nuevo, esté también escondida la de la emoción de libertad...

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